Raul Molina Mejía

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Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raúl Molina

En estos momentos, cuando al día de hoy se han reportado 11,868 casos y 449 fallecidos de COVID-19 y el director ejecutivo de la comisión para enfrentar la pandemia admite que “[E]l número de casos que estamos teniendo es 10 veces más de lo que estamos reportando”, observamos que la tragedia ha golpeado otra vez a Guatemala, de manera inmisericorde, y el Estado ha fracasado en su función principal: proteger a los habitantes. En este fracaso, quienes conducen las políticas del Estado en materia de salud -presidente del país y Ministro- tienen enorme responsabilidad, que debiese obligar a la renuncia de uno de ellos o ambos. Voces nacionales e internacionales advertimos que la magnitud de la pandemia requería de medidas extremas y recursos adecuados, sin que se nos escuchara. Entre las víctimas de la pandemia se encuentran héroes y heroínas que han estado al frente del combate al virus, sin contar con la protección y los recursos que requirieron desde el primer momento. El Colegio de Médicos “contabiliza 52 casos activos de profesionales infectados” y, el 2 de junio, el viceministro de Hospitales informó que “35 médicos se contagiaron desde que comenzó el pico de casos…Además, 32 enfermeros también resultaron infectados, así como 22 auxiliares de enfermería, cinco laboratoristas y 14 trabajadores de intendencia. En total, 108 sanitarios”. Las redes sociales informaban de 11 fallecimientos. Imposible nombrar a todas las heroínas y héroes que han batallado, desde la primera línea, para que la población guatemalteca no sufriera desmesuradamente frente a la invasión de la pandemia. Lamentamos mucho las muertes del personal sanitario, a todos los niveles, y reconocemos los sobrehumanos esfuerzos de quienes siguen en sus puestos. Les rendiremos oportunamente el homenaje que se merecen. Confiamos en que se sabrá valorar la contribución de médicos, paramédicos y personal de servicio para mantener la vida y la salud, sin contar con los recursos indispensables.

En la necesaria revalorización del papel de la medicina y los méritos de quienes la practican apegados al juramento hipocrático, cabe resaltar hoy, para justipreciar los sacrificios del personal sanitario, la asistencia en momentos de tragedia que brindan los médicos cubanos. No sé si Giammattei ha pedido su ayuda para enfrentar la pandemia, como lo han hecho otros países, o siquiera si se les ha permitido desempeñarse; pero las noticias nos han mostrado su dedicación y entrega en China, Italia y aún la carta emocionada de pasajeros de un crucero británico, atendidos en Cuba en medio de la pandemia y retornados a su país. Han mostrado solidaridad plena y, por ello, me he sumado a la campaña internacional a favor de otorgar el Premio Nobel de la Paz 2021 a la “Brigada Médica Internacional Henry Reeve”. Ahora mismo, durante la pandemia, más de dos mil médicos y paramédicos de esta Brigada luchan contra el virus en veintisiete países. Otorgarles el Premio, luego de quince años de servicio al Mundo, reconocería en ellos el heroísmo del personal médico y sanitario que hoy se merece el constante aplauso de los pueblos de todo el mundo, especialmente en Guatemala.

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