Marco Tulio Trejo

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Soy periodista, comunicador social y un soñador creador de opinión pública, para hacer conciencia que permita mejorar los problemas sociales, económicos y políticos que nos aquejan y nos mantienen inmersos en una sociedad con pocas oportunidades de vida para las nuevas generaciones. Estoy convencido de la importancia que tiene la prensa, en el fortalecimiento de la democracia, para coadyuvar a la consolidación de un Estado de Derecho con una certeza jurídica y el lema de mi señor padre siempre fue: “la pluma no se vende, ni se alquila”.

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Marco Trejo

Este pasado viernes se dio una fiesta clandestina en un local ubicado en el kilómetro 15.5 de la ruta a El Salvador, donde participaron decenas de jóvenes que, según videos que circularon en redes sociales, gritaban y bebían licor a granel con el único fin de desafiar el distanciamiento social decretado por el gobierno para mitigar la propagación del coronavirus COVID-19 en Guatemala.

Es impresionante la irracionalidad de estas personas que organizaron y que participaron de una reunión masiva que está prohibida, por el estado de emergencia que vivimos, donde se han detectado más de 8 mil 982 casos positivos y han muerto más de 350 personas por este mal que afecta los 195 países del mundo.

Estas personas no tienen ni la más mínima idea de lo que han hecho y únicamente disfrutaron la adrenalina de desafiar la Ley Seca, el Toque de Queda y el Estado de Emergencia y lo que han logrado es poner en riesgo la salud y vida de muchas personas, entre ellos sus familiares, amigos y compañeros de trabajo que pueden contraer un virus que es sumamente contagioso.

Es preocupante como un conglomerado de personas, quienes tienen información a granel, no tiene la racionalidad de medir lo que pueden provocar y demuestran que no les importa el esfuerzo que han mostrado, en los últimos 90 días, los médicos y personal de salud que están arriesgando sus vidas en la atención de los miles de pacientes que, han ingresado a los centros hospitalarios, afectados por un virus que propaga a grandes pasos.

En las fotografías y videos se podían observar decenas de jóvenes empinándose botellas de licor y otro grupo de personas mayores de edad, quienes al parecer eran los organizadores y Padres de Familia de los adolescentes, que disfrutaban de una fiesta clandestina que puede traer serias consecuencias a un país que trata de minimizar los efectos que puede dejar un virus que, no es letal, pero que si afecta la salud de miles de personas en pocas horas.

Una situación similar sucedió en Italia, España y Brasil donde personas irresponsables e insensibles al dolor ajeno, participaron de bacanales, que han sido los focos de nuevos y mayores contagios de esta enfermedad que en estos países ha dejado más 1 millón de personas que dieron positivo y más 100 mil muertes.

Horas después de la mencionada fiesta clandestina, se conoció un comunicado del Ministerio de Gobernación, donde se indicaba que los organizadores de la actividad no dejaban ingresar a los elementos de las fuerzas de seguridad amparados en la propiedad privada, pero que por orden presidencial se inició la clausura del negocio para que el Ministerio Público (MP), realice las averiguaciones respectivas y que se deduzcan las responsabilidades penales correspondientes.

Este es el momento para que se impongan sanciones severas y evitar que otros personas, imiten este tipo de actividades, que pueden provocar una situación incontrolable, en el decaído sistema de salud público, si tomamos en cuenta de que cada persona puede contagiar a 48 personas en los 12 días que se estima que es el tiempo que dura el contagio de los pacientes que padecen de coronavirus COVID-19.

No cabe duda que todavía hay personas que no creen que existe este virus y que creen que son inmunes a la enfermedad, pero se dan cuenta que estaban equivocados hasta que sufren en carne propia, los efectos de una pandemia, que debe ser mitigada con el actuar responsable, de una sociedad que valora la vida y la salud de las personas. Este tipo de casos solamente nos demuestra que en Guatemala hay gente que no mide las consecuencias de sus acciones y por eso es que necesitan que el Estado los regule y dicte medidas cohersitivas, para que seamos responsables y que la irracionalidad no sobrepase la responsabilidad.

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