Gustavo Adolfo Marroquín Pivaral
Vivimos actualmente tiempos convulsos en muchos ámbitos de nuestras vidas. Recientemente el mundo ha quedado consternado por las protestas violentas que han sacudido a Estados Unidos, a raíz del asesinato del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco. La gente ha expresado en las calles y en redes sociales disconformidad, ira e incluso odio. Considero que la gente suele pasar por alto el problema de raíz que ha alimentado durante generaciones al racismo, el odio, el miedo, la xenofobia y la discriminación. Y dicho problema de raíz es la ignorancia.
¿Cómo va a ser posible que en pleno siglo XXI la gente siga siendo discriminada por su color de piel? ¿Cómo es concebible que presumimos ser una especie racional y seguimos condenando a la pobreza y a la marginalidad social a millones de personas en el mundo por el simple hecho de pertenecer a una etnia? Peor aún, ¿Cómo es posible que aún haya gente que piense que es normal ver a un indígena en la pobreza, a un afroamericano en la cárcel, y a un árabe siendo interrogado si es terrorista?
No hay prejuicio racial que sobreviva en una mente educada ni discriminación que se acepte en la persona que cultiva su mente. La educación libera al ser humano de la tiranía de la ignorancia y el conocimiento hace posible que una persona se deshaga de sus prejuicios raciales discriminatorios. Cuando una persona desea liberarse de las ataduras de la ignorancia, debe pasar por un camino sumamente incómodo que lo llevará a cuestionarse hasta los pilares mismos que sostienen su visión del mundo. Cada libro que lea será como un puño que lo golpeará hasta lo más profundo de su ser y con el fuego edificante del conocimiento podrá romper las cadenas que lo ataban. No será una transformación apacible y placentera, pero aquel que permanece pasivo, ni siquiera notará que está encadenado.
Solo a través de la educación nos damos cuenta de que la pobreza no es algo natural ni normal, sino que es creada por sistemas excluyentes, racistas y elitistas. Solo a través de la educación se logra que las personas oprimidas y discriminadas por generaciones finalmente logren su redención y dejen de vivir en un valle de lágrimas. Solo con una educación que nos enseñe a pensar y no solo a obedecer lograremos evitar que se vuelvan a repetir los más grandes horrores de la historia de la humanidad, como los campos de exterminio nazis, el comercio de esclavos africanos, los colonialismos e imperialismos que condujeron al sometimiento de millones de personas por siglos en condiciones infrahumanas y los grandes genocidios que hacen sentir vergüenza llamarnos seres pensantes.
Hoy día nuestro mundo se ahoga en información pero escasea el conocimiento. Las redes sociales y el internet hacen que tengamos millones de libros y artículos nuestra disposición. Pero esto solo ha contribuido al fenómeno de la ilusión del conocimiento, donde la gente cree que por tener información a su alcance es lo mismo que poseer conocimiento. Necesitamos que la educación universal deje de ser una promesa electoral y se convierta en una prioridad nacional. Solamente aquel país que le apuesta a la educación de toda su población como una prioridad absoluta, podrá dejar atrás estos fantasmas del racismo y la discriminación que por siglos y siglos han aterrado a la humanidad.