Víctor Ferrigno F.
Una ola de indignación ciudadana contra el racismo y la represión policial recorre EE.UU. Las manifestaciones y los motines se extienden a más de 140 ciudades, y por lo menos 20 Estados de la Unión han solicitado el despliegue de la Guardia Nacional. Obedeciendo las órdenes de Trump y de varios Gobernadores, las fuerzas paramilitares y policiales reprimen a sus connacionales por reclamar el cumplimiento de las garantías constitucionales.
Donald Trump amenaza con ordenar la intervención del ejército, invocando la Ley de Insurrección de 1807, una norma federal que le permite desplegar tropas militares en el territorio estadounidense para reprimir el desorden civil, la insurrección y la rebelión. A pesar de estas amenazas y el toque de queda, la ciudadanía sigue insurrecta e indoblegable.
El detonante de esta masiva protesta fue el homicidio del ciudadano afroamericano George Floyd, por la represión desmedida del policía blanco, Derek Chauvin, a pesar de que el detenido estaba desarmado, esposado y tendido bocabajo en el suelo. “No puedo respirar” repitió Floyd, por lo menos 8 veces antes de morir. La frase final de Floyd se convirtió en la principal consigna de las protestas: “No podemos respirar”, para denunciar la asfixia política, social y cultural provocada a la ciudadanía afroamericana, por un sistema racista, excluyente, clasista y represivo.
Los manifestantes reclaman justicia por el homicidio de Floyd y muchos otros afroamericanos muertos impunemente por la policía en las últimas tres décadas. Lo importante es que los discursos, comunicados y consignas no se limitan a la represión puntual; reclaman un cambio de sistema. Esto es lo que ha asustado a los sectores dominantes, que han demandado “mano dura” contra los manifestantes, acusándolos de terroristas y saqueadores. Es cierto que ha habido incendios de patrullas, estaciones policiales y saqueos de comercios, pero el movimiento ciudadano va mucho más allá, se trata de una autentica insurrección anti sistema, a la que Trump responde con represión, pues es lo único que se le ocurre.
Estando en la recta final electoral, el partido Demócrata no se ha atrevido a tratar de instrumentalizar la insurrección ciudadana, pues sabe que la ira popular se le puede venir encima, máxime que fue el ex presidente Obama quien dotó de armamento militar a la policía en EE.UU.
Las protestas tienen como antecedente el pésimo manejo de la pandemia por la administración Trump, que ayer contabilizaba 1.8 millones de casos confirmados de COVID-19, con 106,180 fallecidos, monto que casi duplica el número de soldados estadounidenses muertos en Vietnam. Además, la economía registra una recesión del 20%, según la FED, y han perdido más de 40 millones de empleos. A esto se suma los frentes de guerra abiertos contra Rusia, Irán, Irak, Siria, Afganistán y Venezuela, así como la batalla comercial contra China Popular, donde ha perdido por mucho.
EE.UU. también enfrenta el derrumbe del sistema petrolero mundial, la crisis del dólar y la debacle ambiental del orbe. Todo ello hace imparable la migración a su territorio, y constituyen las evidencias de un sistema-mundo que se derrumba.
Hace 56 años, en su discurso ante la ONU en 1964, el doctor Ernesto Guevara ya denunciaba el racismo y la represión en EE.UU y preguntaba: “¿Cómo puede constituirse en gendarme de la libertad quien asesina a sus propios hijos y los discrimina diariamente por el color de la piel, quien deja en libertad a los asesinos de los negros, los protege además, y castiga a la población negra por exigir el respeto a sus legítimos derechos de hombres libres?”