Gustavo Marroquín Pivaral

Licenciado en Relaciones Internacionales. Apasionado por la historia, el conocimiento, la educación y los libros. Profesor con experiencia escolar y universitaria interesado en formar mejores personas que luchen por un mundo más inclusivo y que defiendan la felicidad como un principio.

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Gustavo Adolfo Marroquín Pivaral

Con el título de esta columna no hago referencia a la abreviatura clásica “después de Cristo”, sino al año 1 después del COVID-19. Sin duda alguna, la actual pandemia vino a poner un antes y un después en nuestras vidas…nos guste o no. Esta crisis vino a poner de manifiesto que vivíamos en una ilusión de estabilidad en muchos ámbitos sociales, económicos y políticos, y esta ilusión se derrumbó como un castillo de naipes. ¿Realmente esta pandemia arremetió con fuerza contra los pilares básicos de nuestras sociedades o solo vino a demostrarnos que dichos pilares están carcomidos y podridos?

La principal área donde todas las sociedades del mundo experimentaron una fuerte sacudida fue en lo económico. Vivíamos cómodamente en nuestra burbuja pensando que la economía era sólida y robusta, pensábamos que nuestras instituciones económicas eran inquebrantables y que la fuerza del capitalismo era incuestionable. Hoy, viendo hacia atrás, vemos que en pocos meses de dejar de consumir a un ritmos exagerados y reducir nuestros gasto a lo esencial por las medidas del confinamiento, las economías mundiales virtualmente se desplomaron. ¿Es esta la robustez que nos vendieron los gurús del mercado, libros de texto y líderes políticos? ¿Este modelo económico es únicamente viable si se mantiene un hiperconsumismo constante a nivel global? De ser afirmativa a esta pregunta, ¿Cómo puede ser sostenible el hiperconsumismo en un mundo con una población creciente a ritmos exponenciales y recursos cada vez más al borde el agotamiento total?

Otra área donde hemos sufrido embestidas por causa del COVID-19 es en materia política, que es igual o más peligroso que lo económico en las sociedades occidentales liberales tal y como las conocemos. En última instancia, en la figura del Estado ha recaído la responsabilidad diaria para llevar a cabo los esfuerzos de contención de la enfermedad en sus respectivas sociedades, y con esta responsabilidad han obtenido más poder que antes de la pandemia. Peor aún, los políticos tienen en sus manos la excusa perfecta para socavar libertades individuales y suspender garantías constitucionales. No me sorprendería que los políticos busquen su reelección (por más que tengan impedimento constitucional) utilizando como excusa esta pandemia, y es así como las tambaleantes democracias liberales pueden recibir el tiro de gracia. ¿Es la pandemia del Covid-19, junto con las migraciones masivas y la excusa de la amenaza perpetua del terrorismo el último clavo en el ataúd del relato liberal occidental?

Estamos en una ola de nuevos regímenes autoritarios a nivel mundial que abiertamente expresan su hostilidad a los límites de su poder que suponen los frenos y contrapesos de una república democrática. Donald Trump en EEUU, Viktor Orbán en Hungría, Jair Bolsonaro en Brasil, Recep Erdogan en Turquía, Vladimir Putin en Rusia son solo algunos ejemplos que se suman a los crecientes partidos de extrema derecha europeos como la Agrupación Nacional en Francia, Alterativa por Alemania en el país líder de la UE y el Partido por la Libertad de Austria. Si Europa, que tiene una cultura democrática más desarrollada está siendo presa del canto de las sirenas del autoritarismo, con la actual crisis ¿Qué le espera a la región latinoamericana donde básicamente cada presidente es un caudillo que busca más poder?

Estos y muchos ámbitos de nuestras naciones puede que nunca sean como lo eran antes de esta pandemia. Realmente considero que esta crisis representará un antes y un después en todas nuestras sociedades, y peor aún, creo que este tipo de crisis se puede convertir en la “nueva normalidad” en lo que resta del siglo XXI con el cambio climático siendo un formidable huracán que puede borrar del mapa toda normalidad que conocemos.

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