Sandra Xinico Batz

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Sandra Xinico Batz

Una vida entera con hambre, con la angustia de vivir el día a día, porque es lo único que hay cuando se nace sin futuro en el país de las injusticias. Esta es la cotidianidad de Guatemala, donde hoy sobrevivimos la crisis de la crisis y el colapso del colapso. La pandemia nos ha obligado a ver lo que hasta hace unos meses nos negábamos, no había banderas ondeando, pero el hambre ya estaba allí, ha esto por siglos, porque el empobrecimiento es voraz, atormentador, es una zozobra que te consume.

No es normal que la cotidianidad de un país sea el hambre y la violencia; ninguna sociedad debería acostumbrarse a vivir así. La desigualdad se ha perpetuado porque por generaciones unos cuantos se han dedicado a saquear y acumular riqueza, para luego hacerse pasar por emprendedores e inteligentes empresarios que trabajaron duro, cuando en realidad fue todo lo contrario, robando y explotando lograron hacerse de poder. Me refiero a aquellos empresarios que se mueven en helicóptero, que tienen a sus hijas e hijos estudiando y vacacionando en el extranjero, que invierten en política para agenciarse también del Estado, hablo de aquellos que tienen más dinero que el que obtendríamos si juntáramos todo lo que la población genera económicamente durante una vida sin gastar un sólo centavo.

Estamos en medio de un exterminio continuado, porque dejar morir a la gente de hambre no puede llamarse de otra forma. Es sacrificar a los más pobres, cuya vulnerabilidad fue provocada, porque nadie nace pensando vivir en la miseria, pensar que el pobre es pobre porque quiere no sólo es retrógrada, sino el reflejo de la incapacidad de comprender el país que habitamos. Hasta hoy esta es la única democracia que hemos conocido.

Que fácil es culpar a las personas y responsabilizarlas del incremento de contagios de COVID-19. Que sencillo es pedirle a la gente que se quede en casa cuando se habla desde la comodidad. Es evidente que no vivimos en la misma Guatemala que la de los ricos y gobernantes, pero esta se sostiene por nuestro trabajo y esfuerzo. ¿Cuánto tiempo más vamos a sostener a estos parásitos?

No queremos bendiciones del gobierno, queremos que nos dejen vivir en paz. No se trata de unidad ciudadana, porque con eso no se resuelve la desigualdad estructural, pues como diría Violeta Parra “son injusticias de siglos que todos ven aplicar, nadie le ha puesto remedio pudiéndolo remediar”.

Estamos en un toque de queda prolongado, en el que se mueven libremente la cerveza, el licor, las gaseosas, los productos de la industria que son propiedad de los ricos, en cambio no se deja pasar la producción de las agricultoras y los agricultores, cuyas manos han trabajado duramente la tierra para que miles de personas en el país tengan verduras, frutas y hierbas en su mesa.

Sólo de estorbo sirve un presidente títere que finge que lo más sagrado de su vida es la ciudadanía mientras la sacrifican. Sus acciones contradicen sus palabras señor Giammattei.

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