Mario Alberto Carrera
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Los lazaretos –para confinar a los leprosos (plaga y epidemia aterradora otrora) fueron –sobre todo durante la Edad Media y hasta el siglo XVIII- lugares donde se detenía a los enfermos de tal mal, que se podrían en vida – permanentemente- para no contaminar.
Los pacientes de lepra al lazareto. Los locos a la nave de los alienados y en el apartado de las cárceles más siniestras e inmundas (como las de Guatemala en 2020) el paradigma siniestro: la Bastilla. Este es el asunto principal y central al que se entrega con “microscopio electrónico” y apasionado, el filósofo Michel Foucault . Sucesor o Chef de la intelectualidad francesa, a la muerte de Sartre. Corona por la que competían Roland Barthes y otros “iluminados”. Así, Foucault estudió la estancia fatídica y mórbida de la cárcel, el hospital, el manicomio, el aislamiento y el confinamiento en “Historia de la locura en la época Clásica”. La privación de la LIBERTAD, como efecto devastador y de angustiante dolor existencial, en los que sufren la envestida de uno o de los cuatro jinetes del Apocalipsis, si tomamos el Apocalipsis como la devastación mundial, que vaticina la guerra, el hambre la peste o la pandemia. Y el Anticristo ¿Nietzsche?
Leo en algunos diarios europeos, como el Corriere de la Sera, El País o Le Monde, que torna a ser best seller y que se vende y se reedita exultante, “La Peste” de Camus.
Al comenzar la parte más álgida del coronavirus 19 en Guatemala -también como los periodistas, editores y escritores de los diarios arriba mencionados y editoriales- vino asimismo a mis mientes, como fatal referente, la novela famosa del Premio Nobel argelino –y otros textos y pinturas- como casualidad –o causalidad paralela- entre aquel continente y el nuestro -en Guatemala- concretada en mis columnas próximo pasadas en torno al trepidante texto que narra una epidemia en Orán, que fue de tifoidea. Pero que para darle más suspense narrativo, convierte Camus en la peste negra o bubónica que asoló a la Europa del siglo XIV en Venecia o en Florencia, asunto frivolizado por Boccaccio en “El Decameron” -situado, exacta y temporalmente- en 1348.
Me he tirado en el río inmenso del arte que recoge este tema como en el libro de Camus. Pero, asimismo, en los cuadros de Brueghel el Viejo o del Bosco. Y en filmes como Blidness” -en español “Ceguera”- basada fielmente en la novela “Ensayo sobre la ceguera”, del leído José Saramago, único premio Nobel en idioma portugués.
Con todos estos textos y cuadros en mi bitácora de columnista (¡cómo agradezco las clases de la Dra. Josefina Alonso de Rodríguez, hacia 1967!) me induje a la acometida de la tragedia en que nos hundimos, sobre todo en países miserables, como Guatemala, inmenso charco de pobreza y hambre y por lo mismo Estado paria. E inicié la andadura de dar a la luz columnas –en este mismo espacio- basadas referencialmente -en parte o del todo- en Camus y su oficio descarnado de existencialista. Existencialismo -el suyo en teatro y narrativa- que evita el oscuro hermetismo en “El mito de Sísifo” o en “El malentendido” y, más aun, en “La Peste”; cuya relectura es un repensar en mí, lo que es la altiva (en tiempos sanos y de paz) condición humana. Que, en tiempos de guerra y de pandemias, se ve arrinconada porque la realidad –la única antigua o nueva “realidad”, es la que tristemente hemos inventado (mediante mitos, filosofía y religión) y que se ve sin dignidad en la guerra –descaradamente en la cárcel- y humillada en la peste, la plaga o la pandemia del coronavirus 19.