Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

post author

Carlos Figueroa Ibarra

La pandemia y el confinamiento y distancia social (cuarentena) que se han tomado para combatirla han generado dos tipos de hambre. El hambre de los de abajo, de los trabajadores (principalmente los precarizados), los informales, los desempleados, los pobres de la ciudad y del campo. También se ha desatado otro tipo de hambre, el hambre de los de arriba, la de la gran mayoría de empresarios que resienten los efectos del confinamiento social en sus negocios. La primera es un hambre de pan, la segunda es un hambre de ganancias. Como siempre sucede, el discurso de los de arriba usa el hambre de pan para defender el hambre de ganancia. Clama por los estragos que está teniendo la cuarentena en cientos de millones de personas en el planeta. En realidad lo que más le preocupa es que sus utilidades están mermadas o peor aún semiparalizadas.

El empresariado encontró en el modelo sueco para combatir la peste, el ideal para no ver afectados sus intereses. En Suecia, un país desarrollado con 10 millones de habitantes, los epidemiólogos han aplicado una suave y voluntaria distancia social y le han apostado a la “inmunidad de rebaño”: esto es que la mayor parte de la población (60-80%) se contagie, se inmunice y el SARS-CoV-2 dejé de ser un problema. Dicho modelo dicen sus defensores, no afectará a la economía ni al empleo. No dicen que hasta el 12 de mayo Suecia con 10 millones de habitantes reportaba 3,313 muertos (12% de letalidad) mientras que sus nórdicos vecinos que aplicaron el confinamiento, reportaban mucho menos: Finlandia (5.5 millones de habitantes: 267 muertos, 4.5%), Noruega (5.3 millones: 217, 2.7%), Dinamarca (5.8 millones: 529, 5%), Islandia (364,134: 10, 0.56%).

Un artículo publicado en The New York Times (https://www.infobae.com/america/the-new-york-times/2020/04/30/suecia-esta-haciendo-lo-correcto/) defendiendo la “inmunidad de rebaño, cínicamente acepta que la “Madre Naturaleza premia a los que se adaptan mejor” y que esa vía es lo mejor para la economía y los negocios. La campaña por la inmunidad de rebaño hace valer opiniones como las de Johan Giesecke (“el máximo epidemiólogo sueco”) o en México las de un infectólogo (Alejandro Macías) que defiende que el 80% de los mexicanos deben contagiarse. Giesecke no dice mucho de la alta tasa de letalidad en Suecia ni Macías dice nada del hecho de que el 75% de la población mexicana es obesa, 25% es hipertensa y 10% diabética, ni tampoco menciona el colapso hospitalario que provocaría lo que recomienda. Detrás de la defensa de la “inmunidad de rebaño” está la lógica codiciosa de la ganancia. Pero también la lógica malthusiana y darwinista social que postula que la población debe reducirse a través de la muerte de los menos aptos.

La defensa empresarial de la inmunidad de rebaño (inevitable a largo plazo) revela el ímpetu ineludible del capitalismo neoliberal: la maximización de la ganancia. Aunque esto implique el sacrificio de la humanidad y la depredación brutal de la naturaleza. Finalmente, el virus es democrático (todos estamos expuestos) pero también es clasista y selectivo (mata a los más vulnerables).

Artículo anteriorO se reforma la Ley de Conamigua o desaparece
Artículo siguienteAgentes de PNC con COVID-19 y el inicio del colapso en hospitales