Adrián Zapata
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La integración regional de Centroamérica parece ser una poesía, carente de capacidad inspiradora para los liderazgos sociales y políticos del istmo. Las mentalidades que nos fragmentan como países no permiten reconocer que las posibilidades de desarrollo se podrían ver sustancialmente potenciadas si dejamos de ser parcelas y actuamos como región. La realidad mundial, particularmente en un contexto de globalización, debería ser suficiente argumento para convencernos de actuar de esa manera. Pero prevalecen los intereses concretos de las élites económicas y/o políticas que se benefician con esas divisiones. Deberíamos, simplemente, levantar la vista y darnos cuenta que tenemos que pensarnos con un futuro visto con ese horizonte regional.
Siempre debió haber sido así, pero la Historia lamentablemente niega esa necesidad. Sin embargo ahora, con la pandemia provocada por la COVID-19, el mundo entero, es decir la Humanidad, pareciera que tiene la oportunidad de repensarse, lo cual no significa que necesariamente se vaya a tener la capacidad de aprovecharla en tal sentido. Y en este contexto universal, los y las centroamericanos podríamos también tener la posibilidad de darnos cuenta de las potencialidades que tendríamos si intentamos un abordaje de la crisis y de sus dramáticas consecuencias, que aún están por sufrirse, de manera regional.
El pasado 30 de abril, la SICA presentó un estudio sobre la estimación del impacto económico de la COVID-19 en la región centroamericana, el cual afirma que “se estima para el 2020 decrecimiento del PIB en Centroamérica de -6.9% y una tasa de inflación de 0.6%.”. El crecimiento negativo se mantendrá, aunque menos, para el 2021 y la tasa de inflación estimada aumentará. Este estudio forma parte del Plan de Contingencia Regional del SICA ante el Coronavirus, el cual contiene cinco ejes: 1) Salud y Gestión de Riesgo, 2) Comercio y Finanzas, 3) Seguridad, Justicia y Migración, 4) Comunicación Estratégica y 5) Gestión de Cooperación Internacional. También contiene consideraciones sobre los temas de seguridad alimentaria y nutricional, el sector MIPYME y la protección de los derechos de las mujeres. Es una lástima que no se haya contemplado con la relevancia que tiene, el tema de la agricultura familiar, no sólo desde la importantísima perspectiva de la seguridad alimentaria y nutricional, sino que también desde la potencialidad que tiene como actividad económica que practican amplios sectores de la población en los países centroamericanos y que podría ser, debidamente fomentada desde los Estados, una vía de escape de la pobreza para los campesinos que se dedican a ella.
Vinicio Cerezo, actual Secretario General del SICA, ha dicho con gran acierto que “Hoy más que nunca, aunque tengamos que estar distanciados físicamente, debemos UNIRNOS, integrarnos para salir juntos de esta emergencia, tenemos que superarla como una sola fuerza. Como región PODEMOS HACERLO.”.
Sería deseable y de efectos tremendamente impactantes si se superara la retórica integracionista y de verdad se considerara la potencialidad que tiene el enfoque regional para el desarrollo de Centroamérica.
Eso requeriría, obviamente, una voluntad política que aún no se manifiesta en las élites centroamericanas. Pero además, las particularidades que actualmente manifiestan los gobiernos del área también dificultan la implementación de esta iniciativa. Me cuesta imaginar a Ortega, Bukele y Hernández en el liderazgo de este intento.