Es un hecho indiscutible que no hay mejor antídoto contra los rumores que la profusa y creíble información que las fuentes responsables ofrezcan de la realidad que se está viviendo, sobre todo cuando existen situaciones que generan preocupación entre la opinión pública y ésta puede llegar a sentir que no se le está trasladando toda la información. Actualmente hay una especie de “corte de caja” que se hace diariamente sobre los casos nuevos de coronavirus y las pruebas realizadas, mismas que siguen siendo escasas en comparación con lo que se hace en otros países, pero sin que las autoridades expliquen claramente la situación ni aborden la dificultad existente para la provisión de suficientes kit de prueba confiables, pero no se mencionan, siquiera con fines epidemiológicos, datos importantes como el lugar donde se presentan los contagios. Pese a ello, el mismo Presidente señaló en algunos de sus mensajes municipios o zonas urbanas a donde no hay que desplazarse, pero sin explicar la razón de la advertencia.
Creemos que es indispensable implementar una campaña de información amplia sobre las condiciones imperantes para destruir cualquier campaña mal intencionada para propagar rumores. La famosa Ley de Orden Público es una disposición anacrónica que sigue penalizando la difusión de noticias que a juicio de la autoridad, literalmente, sean alarmantes, aunque puedan ser veraces. Es una ley mordaza que se estableció a mediados del siglo pasado cuando no existían redes sociales ni medios de difusión como los actuales sino que todo se limitaba a unos pocos diarios impresos y noticieros radiofónicos, cuando a los gobiernos les interesaba censurarlos para controlar a la opinión pública. Ni siquiera la televisión daba noticias al aprobarse esa norma que terminó siendo más un arca abierta para compras sin control en el marco de la corrupción tan enraizada.
Es repudiable cualquier acción para distorsionar la realidad con ánimo de sembrar pánico entre los ciudadanos, pero en el mundo actual de la “hiperinformación” no existe otro antídoto que el de una creíble y confiable información oficial sobre lo que está ocurriendo. Las viejas recetas de imponer una verdad oficial de manera represiva no funcionan en este mundo donde la profusión de vías de comunicación hace incontrolable el flujo y la única respuesta deben ser hechos que apuntalen la credibilidad de las fuentes oficiales.
El rumor mal intencionado no tiene ningún efecto cuando llega a un público que sabe lo que realmente está ocurriendo y siente plena confianza en las informaciones que recibe y eso está demostrado a lo largo y ancho del mundo.