Grecia Aguilera

Periodista, escritora, filósofa y musicóloga. Excelsa poeta laureada. Orden Ixmukané, Orden de la Estrella de Italia, Homenaje del Programa Cívico Permanente de Banco Industrial, Embajadora y Mensajera de la Paz.

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GRECIA AGUILERA

Mañana 10 de mayo se conmemora, como todos los años, el Día
de la Madre y se viene a mi memoria la extraordinaria y
maravillosa trilogía poética titulada: “Fervor y llanto por
la madre”, escrita por la insigne literata María del
Rosario Radford de Aguilera, María del Mar (1923-2007), mi
señora madre. Dicha sucesión lírica que posee un hondo
sentimiento, es un ejemplo de verdadero amor y comienza con
la siguiente sentencia: “A la dulcísima señora que supo
darlo todo sin pedir nada, saltando abismos y desafiando al
mundo para aproximar a sus hijas e hijos a la flor de todos
los posibles. A esa gran heroína de mi hogar, Esperanza
Galicia Aguirre de Radford.” El primer poema se titula
“Cenicienta Esperanza” y dice así: “De tu vientre nace el
mundo/ rueda en tu sien y se desprende./ Impermeable
quisieras el dolor/ a cada instante deshilas el tormento/ y
dulcificas lágrimas./ Detrás de ti se abren margaritas/ y
un sol en cada techo te saluda./ Suave milagro en el día
duro/ incansable sandalia/ golondrina de ala interminable/
acunando el relámpago de la vida/ dentro del ceniciento
corazón de la esperanza./ Y sin embargo vas alegre/ con tu
fiesta de cielo inexistente/ cargada de semillas y
canciones/ por los amplios anhelos y caminos./ Islas y
cumbres/ selvas y ciudades pueblas/ con el beso sublime/ de
tu rosa sedosa/ rosa de amor/ rosa silenciosa/ roja y
tibia/ a veces crepuscular./ Quieres restar al tiempo
destrucciones/ borras cementerios/ abismos y temores/
cubrir con petunias/ el llanto derramado/ plantando
diminutas sonrisas/ en el racimo dulce/ de tus jardines
cándidos./ Y a pesar del verano/ que consume caudales/ y
del sudario triste/ que arrastra primaveras/ tú cantas tus
coros infinitos/ desatándote toda en vida/ y más vida/ y
tendiendo tus manos/ al lucero lejano./ Tiempo vivo
naciendo y muriendo/ subiendo y bajando como el mar./
Violetas, reemplazando violetas/ nidos abandonados/
llenándose./ Apretados ciclones se debaten/ remotos y
nuevos calendarios/ en torrente de sueños se destinan/ y
vienes con el agua y el pan/ recorriendo espinos
florecidos/ en el fecundo eco de tu ser/ que surge verde y
agoniza/ por los siglos de los siglos sin respuesta.” El
segundo poema se titula “Mater Admirabilis” y expresa:
“Llenase de gracia el ave cóndor/ llenase de mansedumbre el
león/ llenase de azul el abismo/ y de cantos se envuelven
los espinos/ en granate el crepúsculo se vuelve./ Y de tu
campanario/ una violeta desprendida huésped es/ de mi
pálido silencio./ Eres tú mater admirabilis/ cara Minerva
de sedosas galas/ que vienes deshilando del tiempo sus
ovillos/ juntando rosas su perfume/ clareando los grises de
mi sombra./ Dejas entreabiertos/ los linos inmortales de
tus ángeles/ tu reino de lámparas azules/ tus sandalias sin
tiempo ni caminos/ tus ropas imprecisas/ y te mudas a mí/
sutil esencia/ beso puro/ sidérea gaviota de tendidas
alas./ Y te recibo/ madre admirable/ con mi lágrima en
cruz/ y con el fuego que sangra/ mi existencia amapola./ Y
te quedas aquí/ en mi pequeña rosa/ con tu tierna caricia/
y tu vigilia/ en el mar encarnado/ de mi mar permanente.”
Este tríptico lírico dedicado a su amada madre finaliza con
el poema “Mater Angelorum” que manifiesta: “Pronunciando mi
nombre/ dijo que iba/ en busca de rendijas de luz./ Tules
de oro/ envolvieron su cuerpo/ y al tocar el crespón/ su
piel de seda/ brotó una rima azul./ Dijo que alguna vez/
vendría con puñados de luz/ y ropaje de trinos/ con túnicas
de ensueño/ como una alegoría./ A veces su suave armonía/
dibuja infinitos/ y la siento venir/ en crecientes
turquesas/ en fuertes encendidos/ en suave fresco viento./
Y sé que está allí/ palpitando en mi gozo/ floreciéndome
toda/ y me abrazo a sus alas/ de Mater Angelorum.”

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