Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
No estaba vivo para ese entonces pero durante muchos años he platicado con mi papá respecto a lo que fue el terremoto del 76, cómo se vivió y la manera en la que los guatemaltecos de la época se unieron para sacar a Guatemala de los escombros y tender una mano solidaria a quienes la sacudida los dejó en una complicada situación o les agravó la ya precaria realidad.
La gente debe entender que unirse por una causa común no significa que mágica e hipócritamente todos pensaremos igual, que no tendremos diferencias de opinión o criterio, que nuestras visiones de país se alinean al 100%, etc. y entendiendo eso quizá sea más fácil para todos aprender a vivir alcanzando consensos porque hay quienes no saben cómo seguir adelante encontrando puntos en común con quienes consideran sus “enemigos”.
He dicho y no me cansaré de decirlo, que la crisis del COVID-19 nos lleva a todos a navegar por aguas desconocidas y que esta emergencia nos debe enfocar en atender el tema de salud, los efectos económicos y los impactos sociales y que nos guste o no, los tres terminan estando íntimamente ligados y lo que ocurra con el primero (salud), dependerá en buena medida que pase con el segundo (economía) y tercero (social).
Las asfixia financiera se siente por todos lados y por todo el mundo y claro está que la peor parte la llevan las poblaciones más vulnerables, quienes han vivido toda su vida en condiciones adversas y que una pandemia como esta solo viene a darle un cuasi tiro de gracia y eso lo debemos aceptar como una realidad.
Pero de estas presiones no escapan los trabajadores formales, los patronos que sienten la necesidad de encontrar las maneras para sostener los empleos. A pesar que se entienden las presiones, debemos comprender que los grupos que trabajan y conocen mejor las realidades que se viven en el interior y las precariedades que se sufren, alertan que si algo pasa en esas plazas las cosas se pueden salir de control muy fácilmente.
Dicho lo anterior, encontrar las maneras de seguir caminando en esta realidad depende de todos, aunque algunos tienen más peso que otros. Por ejemplo, del Gobierno depende que se puedan realizar más y más pruebas para ir a buscar la enfermedad y así tener una mejor guía cuando se decida ir poco a poco reabriendo el país.
Del Gobierno y de todos depende (especialmente de quienes conocen la realidad rural) que podamos encontrar a la población vulnerable para intentar aliviarla humanamente y apaciguar los fuegos de lo que podría ser un estallido social por desesperación y escasez agravada.
De los ciudadanos también depende que podamos hacer propuestas para atender al sector formal que no se pueda cubrir con el fondo de protección del empleo, pero como somos incapaces de ponernos de acuerdo, no atinamos a aterrizar propuestas que las autoridades o entidades autónomas como el IGSS, puedan evaluar.
Nadie sabe dónde termina esta pesadilla, pero lo que sí es seguro es que si como país no aprendemos a trabajar de la mano en los mínimos, a estar de acuerdo en algunas cosas aunque tengamos desacuerdos en la mayoría de aspectos, esta crisis se agrava a la N.
Liderar con el ejemplo es una tarea de todos, del Presidente, de las autoridades, de los ciudadanos en general y especialmente de aquellos que encuentran un espacio de influencia en las esferas en las que se toman decisiones.