Su furia y su rayo asesino nunca se han presentado fuertes: cuestiones de temperatura, clima, eficiencia del sistema de contención montado por el gobierno. Ya habrá tiempo de decir que de todo ello pesa y si algo más explica lo sucedido. Lo cierto es que la esperanza de que no haya calado en la economía nacional tan hondo, es cada vez mayor. De hecho, las curvas descalabradas en morbimortalidad y finanzas, no se espera que sean mayores que las vistas en Asia o Europa y Estados Unidos.
Pero esa calma relativa no convence a muchos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) insiste y continua advirtiendo contra la maldad y tenacidad de este virus, e insta a prepararse a protegerse seriamente para una segunda oleada de su ataque con igual probabilidad de virulencia y capacidad de trasmisión , cosa que confunde hasta al más incrédulo.
Lo cierto es que en la última semana, el mundo ha gozado de un alivio, nosotros vemos que la cosa no adquiere en nuestro suelo condiciones alarmantes, más parece tenerla el Dengue, la desnutrición. Dentro de la gente hay una calma relativamente palpable y de confianza de que al final no nos fue tan mal y el gobierno puede jactarse de que su actuar fue casi perfecto.
Es sorprendente ver qué sucede lo contrario en cuanto al mundo de la economía y de la política, pues se gestan marufias al amparo y aun del temor de la gente y eso nos hace temblar desde nuestro escondite. No es el virus el que nos hace temblar, hemos apoyado a nuestro presidente en todo sus afanes, su popularidad incluso ha aumentado. Igual les sucedió a los presidentes en funciones con el terremoto, con el Mitch, apechugamos siempre con ellos.
Lo que nos hace temblar son los errores y asaltos que el mundo económico y financiero prepara detrás de esta desgracia, sin que el gobierno muestre mayor causa para evitarlo. Habrá comida para tres meses, son cientos de millones de quetzales los que se han prestado para abatir posibilidades de hambre y lo más triste se han distribuido otros tantos miles sin justificación alguna y es entonces que viene el otro espectro solitario pero temible: la parálisis de la recuperación. Ya no es la extensión de propagación del virus la que asusta, sino lo que veremos tras salir del escondite; es ahí donde la negligencia, la incompetencia y la corrupción cobrará más víctimas y no serán menos de cien sino más de mil, cosa que no vemos en el encierro pero sí presentimos desde aquí. Y en medio de tal caos no es imposible observar una propaganda pública y privada bajo el lema “Yo ayudo” sin que expresemos ¡mucha gracias! del primero es su obligación, del segundo no estamos seguros que en todos sea caridad. En ambos casos, polvo a los ojos para no ver antes de tiempo lo que viene. Ojala me equivoque con estas negras predicciones; en cualquier caso, los escándalos estatales y privados no han sido ni contenidos ni eliminados, esos continúan con la misma ola de ascenso.