Eduardo Blandón

ejblandon@gmail.com

Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Si nos atenemos a las previsiones de los expertos, el coronavirus tendrá efectos sobre la humanidad que hará que se convierta el fenómeno en un auténtico parteaguas en la vida de la especie humana.  Así lo ha revelado el diario español El País que ha publicado la opinión de 75 expertos y pensadores sobre la trascendencia de lo que nos ocurrirá en un futuro no muy lejano.

¿De veras terminará el capitalismo?  ¿Es en serio que ya no andaremos en carros?  ¿Cambiará nuestra forma de relacionarnos?  ¿Habrá más risas a raudales?  ¿El mundo será menos global? ¿Putin habrá llegado a su fin?  No lo tengo claro.  He leído muchos de los textos y algunos me parecen de ciencia ficción.  Hay mucha de futurología que responde más a anhelos que a la lectura atenta del significado de lo que nos está sucediendo.

Los que visualizan un futuro fantástico creo que tienen un concepto idílico de los seres humanos.  Olvidan la mala levadura que adereza la materialidad de los sapiens que los hace perversos. Así, con esas condiciones, creer que la pandemia será la base de un nuevo renacimiento en el que habremos purgado nuestros vicios, es novelería pura y dura al mejor estilo de las series de Netflix.

Y no me sitúo desde el horizonte hobbesiano afirmando la iniquidad irredenta de los hombres (y mujeres).  En esto me atengo más a Pascal que reconocía tanto la bestialidad de la humanidad como su beatitud.  Dejémoslo hablar para constatar el justo balance de su juicio antropológico.

“¿Qué quimera es pues el hombre?  ¡Qué novedad, qué monstruo, qué caos, qué sujeto de contradicciones, qué prodigio! Juez de todas las cosas, imbécil gusano de tierra, depósito de lo verdadero, cloaca de incertidumbre y error, gloria y desecho del universo”.

Como podrá comprender, en esta posición es difícil atisbar formas paradisíacas como consecuencias de nuestros actos.  Y, sí, claro, hay grandeza en la humanidad, pero también mucha miseria.  Lo que no significa que no anhele una sociedad distinta, que transite amargado por la vida o que no reconozca la bondad cotidiana de la mayor parte de los ciudadanos del mundo.  Esa es la paradoja en la que vivimos.

En consecuencia, la expresión de los 75 expertos es más bien una carta de deseos.  Comprensible por otra parte por efecto del confinamiento.  Como un recurso, quizá inconsciente, que busca salvavidas frente a la realidad que nos oprime y ahoga.  Sin olvidar ese lado poético que adereza con ensueños un contexto metaforizado, abstracto y lleno de artificios conceptuales.

Muy a mi pesar, creo que después del coronavirus el dinosaurio todavía estará allí.  La continuidad, infortunadamente, es el efecto de un drama en el que los protagonistas somos los mismos infames de siempre.  El telón no se ha bajado, falta que cumplamos con el guion que terminará con nuestra extinción.  Toda una tragedia, sí, pero no somos responsables de este mal teatro puesto en escena.

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