Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Los efectos del COVID-19 están siendo sufridos por prácticamente todos los habitantes del mundo, situación de la que no escapa Guatemala y sus habitantes y claro está que todos vivimos de manera distinta esta crisis y, sin duda alguna, el más pobre y vulnerable vuelve a sentir las consecuencias de una manera espantosa.
He dicho que para mí la pandemia nos obliga a centrarnos en tres grandes campos: el de la salud porque hasta que haya vacuna muchos guatemaltecos nos vamos a enfermar, pero si nos enfermamos todos de junto haríamos colapsar un ya maltrecho sistema de salud que ha sido afectado por la eterna corrupción con la que se ha manejado el tema.
El segundo es el campo económico porque a la ya complicada situación en la que viven millones de los nuestros, se agrega una desaceleración económica que nos pasará una complicada factura que ha reducido los flujos de caja de muchos empleadores, ha mermado las remesas y ha golpeado aún más a las familias en condición de eterna vulnerabilidad.
Y el tercero es el tema social puesto que de lo que ocurra con los primeros dos (salud y economía) dependerán los eventos que nos marquen como sociedad. Y si nuestro tejido social estaba dañado y en muchos casos pendía de un hilo, la pandemia nos vino a presentar un reto mayor; lejos de terminarlo de romper, debemos encontrar maneras de remendarlo y fortalecerlo.
Dejando claro lo anterior, también he expresado que algo que nos ha enseñado la enfermedad es que todos debemos ponernos en los zapatos del otro porque durante esta crisis hemos visto que no hay absolutos y que nadie es dueño de la única verdad ni de la única solución.
Y dicho todo lo anterior, empiezo a ver con preocupación que estamos empezando a generar un peligroso camino que en lugar de unirnos nos puede terminar separando aún más y eso nos complicará lo que debemos enfrentar en términos de salud, economía y realidad social.
Me cuesta creer que haya alguien que desee ver a los que tienen menos oportunidades en terribles y aún peores condiciones y por eso se entiende que es necesario que se puedan llevar a cabo medidas que logren aliviar la carga de las obligaciones, aunque todos sepamos que tarde o temprano o de una u otra manera debemos hacerle frente a las mismas.
Al Presidente le ha faltado en varias ocasiones afinar la mira para llevar a cabo una mejor labor de comunicación a la opinión pública y sin duda alguna, haberse tardado tanto para señalar las falencias del decreto 15-2020 no fue una buena decisión porque se debe entender (empatía) que con cada día que pasa (gente perdiendo empleos, recibiendo menos, suspendida y/o sin ayuda alguna) se empieza a sentir una presión especial.
Del otro lado, debemos entender que los prestadores de servicios tienen una operación que satisfacer y que por tanto es necesario encontrar las medidas con las que ambas partes puedan ver sus pretensiones lo más satisfechas posibles.
Es bueno que ahora se vean los errores de los diputados porque no es la primera, ni será la última, en la que aprueban leyes a las que le hacen falta análisis integrales. En el caso particular, creo que hay algunos diputados con buenas intenciones (pero no de las mafias que ya conocemos) a los que, quizá por haberlo hecho de madrugada, les faltó ahondar en detalles que dieron paso al veto. Nunca quedó claro por qué el apoyo financiero era solo para empresas de agua y cable.
A mi juicio el Presidente tuvo razones para vetarla y ahora procede que se agilicen las discusiones para apoyar a la gente que lo necesita y saliendo de esta crisis, habremos de tener un sano debate de las deficiencias que Alejandro Giammattei no vio en otras leyes como las de las ONG’s, por ejemplo.
Entiendo los sentimientos de la gente en ambos lados de la moneda, solo digo que separados llegaremos rápido el estallido y más que confrontar, Giammattei debe ser el gran conciliador para que el eslogan de juntos saldremos adelante tenga mayor sustento.