Una de las fortalezas del pueblo de Guatemala, demostrada en 1976 y ratificada ahora con la crisis, es la enorme capacidad que hay para actuar solidariamente y hacer sacrificios para ayudar a los demás. Cada día se puede ver más cómo una enorme cantidad de personas que están pasando sus propias penas se desprenden de algo para ayudar a quienes se encuentran en peores condiciones o en situación de más riesgo y ese comportamiento, que puede uno verlo de muy variadas formas y en infinidad de lugares, no recibe siempre la misma cobertura que se da, por ejemplo, a las expresiones de odio que se repiten tanto en contra de los portadores del mortal virus, sobre todo si se trata de los vilipendiados migrantes.

En La Hora hemos podido comprobar entre todo el equipo que se ha conformado en esta empresa esa natural disposición que señalamos y que es uno de los mejores efectos que ha provocado esta pandemia que además de contagiar rápidamente a muchas personas ha tenido un alto costo en vidas humanas. Pero también ha generado problemas económicos a mucha gente que está realmente a tres menos cuartillo porque el descenso del ritmo de la actividad económica repercute negativamente en el bolsillo de toda la gente.

Impresiona ver cómo la gente se esfuerza por ayudar a sus semejantes y compartir con ellos lo poco que tiene. Una situación que, como hemos dicho, no veíamos tan generalizadamente desde el terremoto de 1976 cuando la solidaridad y un buen liderazgo hizo realidad aquella frase presidencial de que estábamos heridos pero no de muerte. Y la reconstrucción fue posible no sólo por una acertada ejecución política de programas eficientes sino, sobre todo, porque la ciudadanía se volcó con empeño para un esfuerzo de ayuda mutua sin precedentes.

Encuentros individuales con todo el personal nuestro, tanto los que siguen trabajando como los muchos que por cuestiones de edad y factores de riesgo están en sus casas, nos permitieron ver una constante preocupación no sólo por la situación de cada uno sino, muy particularmente, por la de los otros compañeros que parecen en condición más vulnerable. Ni un pequeño asomo de egoísmo en el numeroso contingente de personas que entienden la importancia de su función en la cadena informativa. Al contrario, vimos enorme disposición a dar lo mejor de sí.

Y es el reflejo de una sociedad que, como lo muestra nuestra portada de hoy, no para en buscar formas de ayudar a sus semejantes, lección de vida reamente valiosa que es una bendición en medio de la calamidad.

Redacción La Hora

post author
Artículo anteriorEl error de andar buscando etiquetas
Artículo siguienteItalia se prepara para segunda ola de infecciones por COVID-19