Hay expertos que pueden aportar sus luces con criterios muy sustentados para afrontar este virus. Foto La Hora/AP

Obviamente respecto a una crisis tan inesperada y grave como la que genera la pandemia del coronavirus se produce una extensa variedad de opiniones no sólo entre el vulgo sino en el mismo mundo científico porque, desgraciadamente, siguen siendo más las preguntas que las respuestas y tanto en los hospitales como en las esferas políticas se tiene que recurrir en alguna medida al recurso de la prueba y error para ir determinando qué funciona para el tratamiento de los pacientes o como medida efectiva de contención que impida la explosiva propagación de los contagios.

Cierto es que se producen expresiones absurdas y sin sustento, como pasa siempre en la vida y si no que lo digan los norteamericanos que las tienen que escuchar diariamente desde la misma Casa Blanca, donde sin ton ni son les recomiendan hasta que se traguen o hagan gárgaras con Lysol. Pero en medio de las claras muestras de lo infinita que puede ser la estupidez humana, concepto que se le atribuye sin pruebas a Einstein, hay en el ambiente muchas ideas contrapuestas que tienen por lo menos sentido común y por lo tanto pueden y deben generar un sano y productivo debate.

Nada sería peor en las circunstancias actuales que la adopción de la imposición de algún criterio basado simplemente en el principio de autoridad porque, repetimos, nadie ha encontrado la verdad en relación a cómo debe tratarse el virus ni cómo debe prevenirse. Y el debate no sólo es válido sino muy saludable porque enriquece el conocimiento. Las ideas serias tienen que ser adecuadamente valoradas para que se conviertan en aportes enriquecedores en circunstancias de tanta duda.

Otro aspecto importante es mantener abierta la puerta a la sana crítica porque todo está sujeto a correcciones y la imposición de un pensamiento único puede tener consecuencias fatales porque no se atienden expresiones y voces de expertos que pueden aportar sus luces con criterios muy sustentados.

Y es que tenemos que encontrar el punto medio entre el fatalismo que todo lo ve mal y que predice las peores cosas, y el excesivo optimismo que oculta o ignora la realidad para pintar un panorama maravilloso en medio de la debacle. Ni una postura ni la otra se pueden imponer como pensamiento único y para impedirlo tiene que alentarse esa diversidad de ideas provenientes, es lo ideal, de expertos que entienden tanto de las infecciones y su tratamiento como de las epidemias y la forma de contenerlas. Porque, aunque algunos lo quieran llevar a ese campo, esta realidad no tiene que ver con ideologías.

 

Redacción La Hora

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