Juan Antonio Mazariegos

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Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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Juan Antonio Mazariegos G.

De entre los cientos de artículos que circulan alrededor del COVID-19, llegó a mi correo una entrevista a una historiadora de la tecnología, Mar Hicks, en la que ella hace un análisis sobre los desastres que ha atravesado la humanidad a lo largo de la historia, calificándolos de útiles o inútiles, según se trate de aquellos que a pesar de su costo en vidas o el flagelo económico que conllevaron, trajeron cambios estructurales o regulatorios que a la postre fueron beneficiosos para la humanidad, en contraposición a aquellos que solo tuvieron costos en vidas y económicos para el hombre.

Desde otra perspectiva, la entrevistada divide a los desastres en eventos puntuales o en aquellos que resultan de combinaciones de fallos sistémicos o de infraestructura, acumulados a lo largo del tiempo, y concluye que el COVID-19 no es un desastre puntual si no que pertenece a los segundos.

Sin bien, ambos planteamientos son muy interesantes, ante el primero de ellos, cuesta trabajo siquiera imaginar, en medio de la situación que vivimos día a día, mientras vemos contagiarse personas y luego fallecer, o mientras vemos como nuestros ahorros se esfuman o hemos perdido nuestra fuente de ingresos y ya no existen opciones a corto plazo para atender las mínimas necesidades básicas de subsistencia para nuestras familias, como podemos inspirarnos y pensar, en que de una tragedia, desastre o catástrofe como la que atraviesa el mundo con el COVID-19, esto puede llegar a transformarse en una situación positiva que justifique lo que nos está pasando, en aras de un cambio estructural o regulatorio que sea de beneficio para nuestra especie. Seguramente hará falta que pasen muchos siglos, para que otro historiador, en el futuro, pueda concluir que lo ocurrido a la humanidad en el año 2,020 fue algo bueno para el mundo y que nos trajo beneficios.

Siempre habrá más de una forma de enfrentar los eventos adversos y muchas más maneras de juzgar si se hizo o no de la manera adecuada, pero tratar de encontrar un propósito, un benefició o algo positivo, a algo tan serio como la situación a la que nos enfrentamos hoy, puede ser la diferencia entre sobrevivir o aprender a vivir mejor como sociedad y como seres humanos, interesados ya no solo en el Yo, si no en el Nosotros.

Desde la perspectiva de si enfrentamos un evento puntal o no, puede ser que esta vez no estemos ante uno u otro, como lo plantea la Señora Hicks, puede que esta vez sea la combinación de ambos, un evento catastrófico puntual, maximizado por una serie de fallos sistémicos y estructurales que se cocinaron a lo largo del tiempo.

Al final, la combinación entre las dos perspectivas que se mencionan aquí, desastres útiles o inútiles, o que estos sean puntales o el resultado de una serie de fallos en el tiempo, nos deben llevar a buscar no solo la salida a la crisis, si no la causa de la misma y un poco más allá, a aprender, a mejorar y sobre todo a implementar estructuras como sociedad que nos permitan enfrentar los nuevos desafíos que tarde o temprano vendrán. Solo así, se me ocurre posible llegar a calificar, algún día, como útil a la catástrofe que hoy se cierne sobre Nosotros y sobre todo el mundo.

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