Jorge Santos

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Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Por Jorge Santos

El hoy presidente de la República, ganó las elecciones con menos del 25% del electorado. De la segunda vuelta para el 14 de enero, transcurrieron 5 meses, más que cualquier otro presidente hubiese deseado para construir una transición que le permitiese llegar al poder y ejecutar desde el inicio las acciones de política pública que diseño y ofreció durante la campaña electoral. Es decir, que el actual gobernante gozó de mucho tiempo para armar sus equipos de trabajo, así como precisar planes para su implementación. Parece ser que esa no fue una de las tareas del hoy presidente.

Lo que si es un hecho, es que tanto en sus discursos electorales, como ya en el ejercicio del poder, está decidido a hacer valer las disposiciones de la oligarquía y no del bien común. Prácticamente desde enero, su narrativa y su accionar están consolidados a beneficiar a los grandes capitales, en detrimento de las grandes mayorías empobrecidas. En términos populares podríamos decir que nos resultó más caro el caldo que los fríjoles, en el sentido de que la población supuso que con las elecciones se iban a librar del nefasto presidente Morales, sin embargo no fue así.

El actual presidente vociferó su oposición a las políticas implementadas por el gobierno de Morales, en una mera retorica de distanciamiento del desgaste producido por quien fue el peón del Pacto de Corruptos. Sin embargo, con diferencias de forma, en el fondo Giammattei no es más que lo mismo que Morales, un capataz más de la finca de la oligarquía guatemalteca. Con su estilo, autoritario y gritón, pretende dar una apariencia de quien ejerce el poder, pero esconde su inseguridad y ausencia de preparación para el puesto que hoy ocupa. Prometió denunciar la corrupción, lo cacaraqueo y hoy es como una nube que si difumina en el espacio, en la medida en la que cada día se van conociendo más y más actos corruptos, de su gobierno.

Antes y durante la crisis sanitaria, Giammattei es el perfecto berrinchudo que no tiene culpa de nada, porque la responsabilidad siempre es de otros y con ello oculta el pago de asesores en comunicación sin pasar por los controles necesarios, con ello beneficia a los capitales a través de la compra de seguros médicos para estudiantes que sólo beneficiaran al sistema financiero guatemalteco, con ellos justifica el actuar corrupto de su bancada y sus aliados impunes en el Congreso de la República. Ha sido y sigue siendo el actor central del impulso a la política de retroceso democrático y de derechos humanos, al proponer tres iniciativas de ley autoritarias.

En tan sólo 100 días, su gabinete se desmorona en cada crisis mediática que se levanta en ministerios centrales para el abordaje de la crisis, se anuncian renuncias y destituciones falsas, ante la rampante corrupción existente. El objetivo central del accionar gubernamental de estos primeros 100 días, ha sido beneficiar al mismo grupo corrupto e impune que benefició Morales.

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