Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Limpiando una de mis cuentas de correo me encontré con una noticia que la aerolínea Emirates está empezando con un programa de test rápidos (10 minutos) para sus pasajeros y el plan piloto empezó con un vuelo de Dubai a Túnez y todo con el afán de poder operar el negocio ofreciendo tranquilidad y sostenibilidad para todos.
Y es que eso es lo que corresponde ante esta lastimosa enfermedad porque nunca podremos pasar a la fase del “nuevo normal” que incluye distanciamiento y hábitos nuevos de comportamiento social, si no llegamos como país a tener la capacidad de buscar la enfermedad, así como expandir y fortalecer los estudios epidemiológicos para intentar ubicar a los posibles contagios, pero todo lo anterior será más factible si ahora logramos controlar lo mejor posible la enfermedad y así no llegar tan golpeados a la fecha en la que muchos esperan el pico (segunda quincena de mayo, primera semana de junio).
Dar con los posibles contagios y atenderlos de manera efectiva, implica un plan para aislarlos (mejor si no es en su casa porque el foco de transmisión en el hogar puede disparar las cosas) y por ello es que no hay que echar en saco roto la posibilidad que los distintos hoteles del país se conviertan en centros de cuarentena estricta pero humana. Si el Gobierno estima esa posibilidad como real (ha funcionado en otras naciones) hay que empezar con las adecuaciones y generación de protocolos lo antes posible, previo a que llegue el pico.
Pero para que la gente se quede en su casa, debemos todos redoblar los esfuerzos para que las ayudas gubernamentales lleguen a los que más las necesitan. El Estado carece de datos para ir a buscar a los pobres y vulnerables porque los programas sociales han sido utilizados pensando en el voto y no en la gente y la inversión en el ser humano.
Derivado de lo anterior, debemos fijar la política de los metros y aeropuertos “si usted ve algo, diga algo” porque así podemos asegurarnos de llegar a quien más lo necesita. No es momento de juegos, de maniobras políticas, es La Hora de atender a los más vulnerables, informales y los más pobres que sin remesas y sin la posibilidad de migrar, viven el infierno en la tierra.
Para eso necesita el Estado toda su capacidad y por eso yo insisto que también debemos buscar a los formales de manera efectiva y ahí la mejor salida es el Seguro Social. El Gobierno debe buscar las formas de pagar su deuda y de esa cuenta, que el IGSS utilice su infraestructura para pagar a los suspendidos.
El Gobierno calculó en el Fondo de Protección al Empleo a 300 mil empleados, pero datos del 2018 que deben actualizarse reportaban que habían 886,598 empleados de medianas, pequeñas y microempresas, lo que nos deja un vacío de 586 mil empleados, buena parte de la clase media de este país. Gente que está en su casa con la enorme angustia que genera sentir que pierde el empleo (si no es que lo perdió ya).
Estamos entrando a los días decisivos de lo que será nuestro futuro frente al COVID-19 y lo que hagamos o dejemos de hacer, marcará la historia de Guatemala para las próximas décadas. Es el momento en el que todos debemos dejar por un lado temas personales, rencores, molestias y prejuicios, para centrarnos en sacar adelante este barco.
Pasar el “nuevo normal” o a la “nueva normalidad” dependerá del impacto que tengamos en salud y de la forma en que se desarrollen los picos que, no lo dude van a llegar, y que pongo en negrillas no para alarmarlo sino para trabajar sobre una dosis de realidad que nos permita entender que esto no es broma y que se requiere lo mejor de nosotros.
La pandemia nos demanda y es La Hora de estar a la altura. Si lo hacemos con cabeza, vamos a salir adelante por muy complicada que está la cosa.