Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

post author

Emilio Matta Saravia
emiliomattasaravia@gmail.com

La declaración de derechos humanos, firmada en 1948 por los 58 países integrantes en ese tiempo de la Organización de Naciones Unidas, contiene una serie de derechos inherentes a todas las personas, sin distinción de edad, raza, color, sexo, idioma, religión o cualquier otro condicionante.  Dentro de estos derechos inherentes, dice la declaración que todas las personas tienen derecho a la vida, la libertad y la seguridad.

Ayer en cadena nacional, nuestro presidente explicó, acertadamente según mi humilde opinión, que de flexibilizar las medidas de contención del COVID-19 aplicadas por el gobierno de Guatemala hasta este momento, con el fin de reactivar la economía, se tendrían graves consecuencias en términos de la cantidad de vidas humanas que se perderían debido a esta nueva enfermedad.  Y creo que esas estadísticas se pueden quedar cortas, si se toma en cuenta que la mitad de la niñez guatemalteca padece de desnutrición crónica infantil, condición que afecta a su sistema inmunológico.  Además, otro factor importante que no ha sido tomado en consideración son las afecciones pulmonares y respiratorias que pueden padecer, principalmente mujeres y niños en el área rural guatemalteca, debido a que la principal fuente de combustible en dichos hogares es la leña, que puede disminuir seriamente la capacidad respiratoria y pulmonar de las personas, condición que también es muy importante para sobrevivir a esta enfermedad.  Aunado a lo anterior, la falta de agua potable, sobre todo en estos meses de verano, que tanto en las áreas urbanas como en las rurales escasea para su consumo, no digamos para tomar las medidas de higiene que exige esta enfermedad; y las condiciones de insalubridad en que vive la mayoría de personas en áreas marginales urbanas y en las áreas rurales (y que son los mismos hogares que no tienen acceso a agua potable), hacen de estos grupos de personas los más vulnerables para enfrentar la enfermedad.  Es decir, si el virus COVID-19 llega a las áreas marginales urbanas y a las áreas rurales de Guatemala, la tasa de mortandad puede llegar a ser mucho mayor al comportamiento que hemos visto hasta ahora, debido a las precarias condiciones de alimentación y vivienda que tienen nuestros compatriotas.

La economía es importante, sí, y las empresas no pueden sobrevivir indefinidamente sin ingresos o con ingresos muy limitados, también es muy cierto.  Pero no puede anteponerse el bienestar económico a la vida misma, ya que en el momento en que lo hagamos, dejaremos de ser humanos.

La economía se mueve en ciclos, y en este momento entraremos en un ciclo depresivo, debido a un shock externo llamado COVID-19.  Pero a la velocidad que se mueve el mundo actualmente, este ciclo puede ser muy corto, y puede dar lugar a un ciclo de crecimiento económico mucho mayor.

Creo que, ante todo, el gobierno debe proteger la vida y la seguridad de todos los habitantes del país, como derechos humanos inherentes de todos los guatemaltecos, de allí que considero acertada la postura de nuestro gobernante en este tema, a pesar de que esta cuarentena nos afecta económicamente a todos los guatemaltecos, incluidos mi familia y yo.

Artículo anteriorNecesitamos respuestas coherentes ante la crisis, parte I
Artículo siguienteEl momento de cumplir deberes y responsabilidades