Bien se decía de la mujer del César que no sólo debía ser buena sino aparentarlo y eso viene a cuento con el Concurso convocado por las autoridades de Salud para la compra de 15 millones de mascarillas de algodón, reutilizables que deben contar con dos logotipos (del gobierno, obviamente), estableciendo una ventana de media hora, de hoy Sábado de Gloria de las diez de la mañana a las diez treinta horas, momento en que se cerraba el concurso. Sabiendo cómo se cuecen las habas en el país, inmediatamente se levantaron las voces de alerta que indicaban que esa peculiar condición evidenciaba que ya se tenía apalabrado al oferente porque sólo de esa manera se podía subir un Concurso con tanto detalle y tan brevísimo período.
El gobierno se vio forzado a dar marcha atrás y modificó la vigencia del concurso extendiéndolo por veinticuatro horas y media. Pero el mal sabor quedó en el ambiente porque fue muy burdo el procedimiento establecido y que fue modificado sólo después de que se dieron una serie de críticas muy bien fundadas.
Hemos dicho hasta el cansancio que la experiencia de Guatemala en el manejo de procesos de compra durante emergencias y calamidades es terrible y que el simple hecho de que cambien las personas no significa que cambien las prácticas. De esa cuenta es necesaria esa supervisión de la sociedad que en este caso hizo, al menos, que cambiara la forma para guardar apariencias, aunque eso no significa que de existir los previamente apalabrados no vayan a ser los favorecidos.
Vale la pena destacar otro detalle y es el de los logotipos. ¿Qué necesidad se tiene, en medio de una calamidad como la que estamos viviendo, de hacerse propaganda con la impresión de logotipos del gobierno en la tela que se utilizará para las mascarillas? Ignoramos de quien es la “genial” idea de aprovecharse de la situación para impulsar la imagen del régimen o de alguien en particular, pero es obvio que eso tiene un costo y aumenta el tiempo de producción pues deben estamparse los logos en 15 millones de mascarillas. La gente sabrá agradecer y reconocer a sus autoridades si éstas cumplen con su deber sin necesidad de que un logo les recuerde quién pagó por las mascarillas.
Estamos viviendo tiempos difíciles y por lo visto hay autoridades que ni siquiera guardan las apariencias. Pueden poner miles de logotipos de propaganda, pero si siguen actuando burdamente con las compras, la opinión pública no solo no va a agradecer sino que se va a indignar con justa razón por la piñatización de la crisis. Ojalá este burdo error sirva de ejemplo para el futuro.