El Congreso estaba citado para ayer a las dos de la tarde para continuar con la sesión permanente y conocer las gestiones del Ejecutivo para un plan de emergencia y ayuda económica que beneficie a los que ya se han visto afectados por los efectos económicos de la pandemia del Coronavirus. La sesión dio inicio casi siete horas más tarde de la hora prevista, mientras diputados se quejaban de que a puertas cerradas la aplanadora oficialista, esa misma que se integró cuando se eligió a la Junta Directiva, hacia sus propios arreglos sin dar acceso al resto de diputados.
Siempre hemos dicho que, como con la mujer del César, no basta ser honrados sino además hay que aparentarlo y evidentemente hay un serio problema entre nuestros políticos para hacerlo. En el arranque de la sesión se volvió un tumulto porque la Junta Directiva se negaba a dar la palabra a los diferentes diputados que la solicitaban y llegó a tal punto la situación que decenas de legisladores se abalanzaran hacia el estrado para reclamar su derecho constitucional a ser tomados en cuenta.
La sesión volvió a ocurrir en horas de la noche y terminó hace poco tiempo, pasadas las cinco horas, es decir que se volvió a incurrir en el madruguete para aprobar el paquete de ayudas que se han dispuesto para enfrentar la crisis económica derivada de las restricciones que se tienen para el libre trabajo y el libre comercio porque, como debe ser, prevalecen criterios que dan prioridad al tema de la pandemia y la necesidad de controlar su expansión con acciones que afectan el tema laboral.
En la primera ocasión que se recurrió al madruguete se incluyó aquello de permitir que los fondos estuvieran disponibles para las personas políticamente expuestas, lo que incluye a los mismos diputados. Disposición que generó tal cantidad de críticas que hizo a muchos diputados reconsiderarla. Pero el tema de las sesiones “fuera de hora”, cuando el país se encuentra en toque de queda, es algo que preocupa porque un Congreso que está legislando en beneficio de la población y de manera transparente debe hacerlo, literalmente, a la luz del día para, de esa manera, permitir la mayor fiscalización de sus acciones. Ya sabemos que los secretarios del Congreso son maestros en lectura imposible de entender y que las iniciativas y sus enmiendas generalmente no llegan a ser conocidas ni por los mismos diputados, no digamos por la población.
Hoy sí que vivimos “tiempos recios” y hay que tener enorme cuidado con las actitudes para no terminar hartando a la gente.