Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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En todos los países donde la pandemia ha llegado se puede notar una constante que debe servirnos de lección. Todos han tenido que ordenar el confinamiento de los habitantes, pero muchos lo han hecho cuando ya el número de afectados y de muertos es demasiado alto. Hoy lo estamos viendo en Estados Unidos donde casi el 90 por ciento de la población está bajo férreas órdenes de los gobernadores para impedir que la gente salga de sus casas y así reducir la curva para evitar que se cumpla la fatídica proyección que estima en alrededor de los dos millones la cantidad de gente que podría morir. Con adecuado distanciamiento social esperan que la cifra pueda reducirse a un rango entre 240,000 y 100,000 muertos provocados por el coronavirus.

China, España, Italia y Estados Unidos se tomaron su tiempo para decretar el confinamiento que de todos modos tuvieron que terminar imponiendo, pero cuando ya el número de contagios y de muertes alcanzaba proporciones terribles. Otros países como Singapur, Taiwán y Japón actuaron con prontitud y lograron contener la propagación del virus con mucha mayor eficiencia.

Viene a cuento lo anterior porque lo que es un hecho irrefutable es que tarde o temprano se tiene que llegar al confinamiento obligado para detener la explosión de contagios que abarrota los hospitales y termina cobrando tantas vidas. Si eso es cierto, si hoy o dentro de algunas semanas nos veremos obligados a decretar ese encierro que ahora afecta a tanta gente alrededor del mundo, la cuestión es por qué no hacerlo antes. El efecto económico será sin duda devastador pero no será menor si lo hacemos más tarde. Por el contrario, durante semanas iremos arrastrando una economía totalmente golpeada y la gente irá sufriendo las consecuencias todo ese tiempo, para luego ver que se tendrá que encerrar forzadamente otra buena cantidad de tiempo estirando el período del sacrificio que debemos asumir como consecuencia de la pandemia.

Hacer tarde el confinamiento no alivia el tema económico sino lo agrava. Pero eso no es lo más importante, sino que hacer antes el confinamiento sí que tiene un efecto notable en reducir la propagación de los casos y, por lo tanto, en la cantidad de personas infectadas que es lo que luego se traduce en personas que mueren en condiciones terribles, sobre todo en un país donde los ventiladores en los hospitales no abundan. El Presidente anunció ayer que gracias al ingenio de algunos muy buenos guatemaltecos y una donación de Alemania, podremos tener en los próximos días o semanas algo así como 60 ventiladores que se sumarán a los poquísimos que hay ahora, cantidad que hoy puede parecer enorme pero que será ínfima el día de mañana.

Las medidas que han dado resultado son la promoción de medidas de higiene, realizar pruebas y más pruebas para establecer la realidad, el aislamiento de todos los contagiados, preparación y reacción rápida para lograr ese aislamiento, y el distanciamiento social. El epidemiólogo Tolbert Nyenswah, de la universidad Johns Hopkins dice que una vez la enfermedad está en un país, no valen ya medidas de contención y si no se toman los pasos correctos se pierde la posibilidad de detener el brote. En Guatemala ya está el COVID-19 y hay que dar los pasos correctos.

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