Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Muy pocos minutos después de las cuatro de la tarde de ayer, cuando recién empezaba el toque de queda que se dictó como una medida para facilitar el distanciamiento social que se impone en esta época de pandemia, el movimiento de patrullas de la Policía Nacional Civil en una de las calles de la zona 14 llamó la atención de los vecinos de los muchísimos edificios que se han construido en ese sector de la ciudad. Se detuvieron haciendo un semicírculo en una amplia bocacalle y al empezar a bajarse los agentes los vecinos notamos que llegaban con instrumentos musicales y sillas, procediendo a sentarse para tocar las notas del Himno Nacional.

Cientos de habitantes de los numerosos edificios salieron a ventanas y balcones para escuchar, emocionados, la melodía de nuestro Himno y fue evidente que se produjo una especie de contagio entre todos los vecinos que, emocionados y sorprendidos, guardaron respetuoso silencio para escuchar la melodiosa interpretación que hacían agentes de la PNC. Niños, adultos y ancianos, todos estallamos en aplausos cuando terminó el Himno y se pudo sentir una especial vibración que, gracias a ese gesto de los policías, unió a todas las personas.

Tras entonar un par de melodías guatemaltecas muy populares, quien dirigía al grupo utilizó el micrófono de una de las patrullas para invitar a los vecinos a unirse en un oración para pedir a Dios por el futuro de Guatemala y la unidad de los habitantes del país.

Inesperado totalmente, el gesto de los agentes, creo yo, inyectó en muchos un sentimiento de solidaridad y unidad que realmente nos hace falta para encarar estos momentos tan difíciles. No cabe duda que la vida diaria con su rutina nos ha ido haciendo cada vez más individualistas y nos ocupamos en nuestras cosas sin detenernos a pensar mucho en los demás. Y en esa nueva clase de normalidad fue que nos agarró con los calzones en la mano la epidemia que coloca a la humanidad en una nueva dimensión, con pensamientos e inquietudes que no hubiéramos imaginado hace algunos días.

Y obviamente que el gesto de los agentes de la PNC nos obliga a pensar en todos los servidores públicos y en la gente que aún en pleno toque de queda tienen que estar haciendo frente a sus responsabilidades para atender y cuidar a otros. En Guatemala tenemos un muy deficiente y abandonado sistema de salud, pero indudablemente que en el mismo hay muchos que se esmeran por hacer no sólo lo que es su deber sino por ir mucho más allá, dando lo mejor de sí. Al margen de las mafias entre ministros y dirigentes sindicales, son muchos los que ahora saben que tendrán su prueba de fuego con el tratamiento de mucha gente y con recursos limitados, no sólo para los enfermos sino para resguardar su misma seguridad ante eventuales contagios.

Todos tenemos incertidumbre y angustias, así como esperanza, pero emociona ver tanta gente, en cuenta nuestro personal que no descansa para trasladar información, entregándose de esa forma día tras día con la convicción de que su esfuerzo es un grano de arena en estas circunstancias tan difíciles de describir, no digamos de encarar.

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