Víctor Ferrigno F.
A Anabella Sibrián y Eugenia Mijangos, ciudadanas indoblegables.
Ayer, el Vicegobernador de Tejas escandalizó al mundo, al declarar que los ciudadanos mayores deben arriesgar sus vidas, para poder suspender cuarentenas y restricciones, y reactivar la economía de Estados Unidos. Es decir, que el dólar está sobre la vida.
Dan Patrick, de 69 años, dio las declaraciones en una entrevista en Fox News, aseverando que las personas mayores, como él, deberían estar dispuestas a sacrificarse por el futuro de Estados Unidos.
Las erráticas e ineficientes políticas de salubridad de Donald Trump, que incluyen tardías restricciones y cuarentenas, han provocado que EE.UU. ya sea el tercer país con más contagios de COVID-19 en el mundo, y con importantes afectaciones en la banca, el comercio, el empleo y el ingreso de la ciudadanía. Patrick considera que estas restricciones llevarán a una debacle económica, y se debe retornar a una cotidianidad sin cortapisas, aunque con ello se sacrifique la vida de los ancianos, la población más vulnerable.
Dan Patrick fue elegido vicegobernador de Texas en 2014 y fue reelecto en 2018. Es decir, es un genuino representante de la política y la filosofía republicana, y constituye una negación rotunda de los principios y valores de los próceres fundadores de Estados Unidos de América, quienes en muchos aspectos fueron más progresistas y democráticos que la Revolución Francesa.
Las crisis humanitarias, como las guerras, sacan lo mejor o lo peor de las personas; cuando una sociedad considera válido deshacerse de los venerables abuelos, hombres y mujeres, que abrieron brecha para llegar hasta aquí, se ha perdido el espíritu de familia, de comunidad, y la posibilidad de la continuidad cultural. Ese es el resultado de tres siglos de capitalismo voraz y deshumanizante, que un virus microscópico ha puesto de manifiesto.
Patrick es brutal para decirlo, pero no es el único, hay casos peores. En 2011, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el verdadero gobierno del orbe, presentó un estudio a los gobiernos del mundo, para decidir qué hacer ante «el riesgo de que la gente viva más de lo esperado», reclamando, entre otras medidas, que se recorten las prestaciones y se retrase la edad de jubilación.
Gracias a las generaciones precedentes, hoy día la humanidad vive más y mejor. Esto, que es un logro intergeneracional y una bendición, es visto mal por el FMI y las empresas, y lo llaman “riesgo de longevidad”. A escala global, la esperanza de vida pasó de los 48 años en 1950, hasta los 70 en 2010. Pero lo que cambia los cálculos, según el FMI, son los años de vida después de los 60, la edad común de jubilación y se entra, según ellos, a la época improductiva, ignorando los aportes culturales, comunitarios y familiares de las personas de la tercera edad.
Obviamente, a mayor cantidad de jubilados, mayor cuantía en pensiones, pero para eso se constituyeron los Estados: para preservar a la ciudadanía y al bien común.
Ignoro si es cierto, pero circula en las redes sociales que en Europa los médicos tuvieron que decidir a qué pacientes se conectaban a los respiradores mecánicos, desechando a los ancianos. Eso es un crimen de lesa humanidad de los Gobiernos, quienes están obligados a garantizarle el acceso a servicios médicos, y a respiradores, a todos los ciudadanos, jóvenes o viejos. Si no lo garantizan, hay que defenestrarlos, y constituir Estados democráticos y multinacionales, donde llegar a viejo sea un jubiloso logro social, y no una desgracia institucional.
No solo hay que sobrevivir al coronavirus, sino a políticos, empresarios y funcionarios que anteponen el billete sobre la vida, la corrupción sobre el bien común, y la incapacidad sobre las necesidades sociales. ¡Ahora es cuando!