Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata

En la crisis mundial del 2008, el Estado salvó a la banca, pero el neoliberalismo siguió más o menos campante.

Ahora que se avecina una crisis planetaria que todos presagian próxima y mucho más grave que la ocurrida hace doce años, el Estado vuelve a estar en la palestra.

Olaf Scholz, Ministro de Finanzas alemán, ya ha anunciado que “el gobierno está preparado para tomar participación en las empresas para compensar el impacto del coronavirus”. Bruno Le Maire, Ministro de Economía y Finanzas de Francia, se pronunció en similar sentido al decir que “está dispuesto a utilizar todos los medios a su alcance, incluida la nacionalización, para proteger a las empresas francesas amenazadas por la epidemia de coronavirus”. La Comisión Europea está en la misma sintonía, al “dar luz verde a los Estados miembros para salir al rescate de las empresas” (elEconomista.es; 20/03/2020; 11:08).

Como se observa, la crisis mundial del modelo capitalista neoliberal que debería dejar al desnudo la necesidad de reconsiderar el rumbo por el cual nos conduce ese capitalismo voraz, tanto a la sociedad como al planeta, ya está dando muestras de su capacidad de recomposición.

De nada sirve que esta pausa mundial muestre que es imposible mantener la burbuja de los privilegiados intacta, porque “el pueblo” los puede contagiar. Que la histeria clase mediera, con cierto fundamento, que demanda el aislamiento social para poder estar tranquilos en sus casas sin temor a ser contagiados, contraste con la necesidad de que en el campo se sigan produciendo alimentos para poder estar en dicha cuarentena (el 70% de los alimentos los produce la agricultura familiar en el mundo) y con la urgencia que tienen los que están en la economía informal (la mayoría de la población en nuestros países) de salir a las calles a ganarse diariamente el sustento familiar.

Unas semanas de ralentización de la economía depredadora ha bastado para tener las señales de lo que se puede lograr sin ese frenesí consumista basado en el adorado crecimiento económico al infinito.

Las crisis pueden ser la oportunidad para impulsar transformaciones trascendentales en el statu quo, en beneficio de la humanidad y la naturaleza, pero también pude ser la ventana por la cual se introduzca la capacidad de recomposición del capitalismo. No podemos ser ingenuos, el capitalismo tiene aún vida para largo. Pero aun reconociendo esa realidad, y con sentido realista, habrá que intentar que esa recomposición se conduzca no por el rumbo de profundizar las visiones hasta ahora hegemónicas del neoliberalismo, aspirar a que se entienda el cáncer que significa la desigualdad, las limitaciones del crecimiento económico y de la productividad como los propósitos absolutos a seguir, el atroz efecto del consumismo, el cual se vuelve infinito, dada su insaciabilidad. En fin, que se reconsidere el papel del Estado y se entienda el espejismo neoliberal que deificó el mercado. Que se comprenda que en la política internacional mundial debe prevalecer la solidaridad, no la competitividad; el multilateralismo, no el egoísta nacionalismo. Que lo que debe globalizarse son los intereses de los pueblos, no los de las empresas, particularmente del capital financiero.

Mientras tanto, en Guatemala, justo es reconocer la celeridad de las decisiones presidenciales para atender el inicio de esta crisis sanitaria. Pero triste es observar, en términos del abordaje de las consecuencias económicas de la crisis, su plegamiento a las angustias empresariales que no quieren dejar de ganar y que menos aún están dispuestos a que su capital disminuya. Giammattei seguirá diciendo Dios Bendiga Guatemala, agregando en voz baja: mientras yo protejo a los empresarios.

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