Francisco Cáceres

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Nació en Guatemala el 19 de Julio de 1938; tiene estudios universitarios y técnicos en ciencias jurídicas y sociales, administración empresarial, pública, finanzas, comunicación, mercadeo y publicidad. Empresario, directivo, consejero y ejecutivo en diversas entidades industriales, comerciales y de servicio a la comunidad. Por más de 28 años consecutivos ha sido columnista en este medio.

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Francisco Cáceres Barrios
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Hace poco el Santo Padre Francisco pidió que durante la pandemia del coronavirus debiera incrementar la solidaridad de unos con otros diciendo –no nos lavemos las manos de los problemas de los demás. Y lo primero que hizo fue rezar por los trabajadores de los servicios de salud, pues en Italia se han visto muchos casos en que, ayudando a los pacientes contagiados, han perdido la vida, siendo un claro ejemplo de solidaridad humana digno de ser imitado, si se prefiere, sin llegar al extremo sacrificio de perder la vida, pero sí con actos, comportamientos o actitudes en favor de tantos que necesitan ayuda o apoyo para resolver sus problemas derivados por la situación que nos ha tocado vivir.

Porque si bien es cierto que después de dictadas las órdenes por el presidente Giammattei el pasado lunes 16 de marzo, muchos las vieron con desdén o sin darle la importancia debida, también paulatinamente una gran parte de nuestra población dispuso cerrar sus establecimientos, por lo que algo habrá que hacer por ellos para no causarles la bancarrota, más aún si el período establecido se decide extenderlo. Traigo a colación algunos ejemplos: El de una señora originaria y residente en San Juan Sacatepéquez que se vio forzada a cerrar sus ventas de verduras que traía todos los días para ofrecérsela a los vecinos de un sector de la zona uno de la ciudad capital, pero que al eliminarse el transporte extraurbano, se quedó sin poder traer su mercadería pues no tiene los recursos suficientes para hacerlo en vehículo propio.

¿Cómo se le podrá ayudar? Formulo la pregunta a los vecinos, al Gobierno y la comunidad en general, puesto que la señora al quedarse sin transporte, cuyo costo era cubierto con el resultado de sus ventas, perdió la única fuente de ingresos de su hogar, cuando el esposo, también perdió el salario diario que percibía con su ocupación de mecánico, puesto que el propietario del taller, también atendiendo las instrucciones presidenciales había tenido que cerrarlo.

Otro caso que llegó hasta la mesa en que escribo este comentario, es el de una señora viuda, propietaria de un salón de belleza que antes del coronavirus, a duras penas le estaba proporcionando los ingresos para sostener a sus nietos, por ser su segunda madre, pues quedaron huérfanos de padre y madre en un trágico fallecimiento derivado de un accidente provocado por uno de tantos autobuses extraurbanos propiedad de un irresponsable que, poco le importó cumplir con la obligación de contratar una póliza de seguros, por lo que manejado por un delincuente del volante se transformó en victimario de sus clientes.

Lo anteriormente mencionado estoy seguro se repite con cientos de miles de casos más, por lo que el Gobierno debiera brindar su asistencia con las dependencias específicamente creadas para este efecto. Entonces pregunto: ¿qué planes se están desarrollado para atenderlos? Dejo la interrogante sobre la mesa porque urge atenderlos como corresponde.

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