Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera
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Hace unas pocas semanas nos encontrábamos bajo el asedio de ver quién le despachaba a quién el primer bombazo nuclear entre la dos Coreas. Rusia con Estados Unidos en eterna diatriba desde que Rusia se arrepintió –con los humores de Judas- de haber vendido Alaska a los Estados Unidos ni  siquiera por 30 monedas de plata. También hace poquito o más bien eso es cosa de nunca acabar: la guerra en el Cercano Oriente que mezcla el divino petróleo con el veleidoso Alá. Bueno, también el cristianismo de Roma tuvo la misma culpa cuando volvió bárbaro –en la Edad Media- al hijo del Eterno.

Hoy todas esas pizpicigañas se están olvidando relativamente porque otro corcel de los meros/meros del Apocalipsis -el corona virus- ha subido a escena y como es tan minúsculo no lo vemos como si fueran pulgas pero son tan pequeños que hay que verlos al microscopio. Eso lo hace más insidioso aún. Porque si un enemigo me reta y yo     lo veo de cuerpo entero como “El David” o como el Goliat, no hay problema nos puede hacer hamburguesa que de allí no pasa, pero el tal Corona virus tiene el poder de los poderes es invisible y mata como Dios manda.

Las guerras (por el primer pedazo de tierra: privada dixit Rousseau) las pandemia y epidemias. Las diatribas por delimitar y decidir

a quién le toca un trono en nombre de Dios o de Alá, han armado más guerras que peces en el mar. Por eso Shakespeare escribió Macbeth y Ricardo III. ¿A quién le toca un trono? Al que se lo robe para él y su azul descendencia. En ello no tiene que ver Dios que anda ocupado en cosas más interesantes, menos humanas, demasiado humanas… Quien sí que tiene que ver es un señor de verde que tiene dos nombres: ambición y codicia. Ellas son la apetencia desmedida. Todas ellas son criadas del insaciable  (que anda de gris) y que todo le apetece. Como aquel de C….. veo,  C…. quiero. Son las criadas del ojo de Quevedo que escribió “Gracias y desgracias del ojo del culo.

Pero regresemos al tema central porque no he venido aquí a decir malas palabras como Quevedo el escritor más escatológico de la Literatura Española con Cela que no se queda atrás.

No cabe duda que de golpe y porrazo , vestido de   halloween macabro y con una colonia Siete Machos de drag queen y oloroso con dantesca Colonia del I Infierno de Dante (todos este cóctel es lo que lo hace mágicamente invisible) se  presentó hace poquísimo su majestad Corona virus que achica, amilana y agueca como si estuviéramos de pie en medio de las guerras coreanas o de la de Iraq, Irán y Siria.

Ahora démosle vuelta al panqueque de maíz con miel de rapadura.

Nos aterrorizamos de una cosas y de otras  no, cuando las primeras, acaso sean más aplebeyadas, encanalladas y degradantes como por ejemplo ¿quién matará más niños el corona virus  o el encomendero virus?

Hay que tomar en cuenta para no ser parciales y clasistas o racistas una verdad: el Corona le lleva de ventaja al otro 500 años, mientras que el Corona es una mutación que jamás nadie se explicará y que puede –o no- que mate más niños que los que se han sacrificado más o menos desde 1524. Y todos incendiados y encendidos contra el Corona y todos más bien comprensibles con él.

De veras que la vida tiene cosas realmente inescrutables y una de ellas es la vida misma y el Corona virus.

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