Emilio Matta Saravia
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No cabe duda de que el COVID-19, mejor conocido como coronavirus, declarado ya como una pandemia por la OMS, ha causado daños severos en la salud y pérdidas humanas irreparables en todo el mundo, principalmente en China y algunos países de Europa. Y desde la semana pasada, a pesar de las medias de aislamiento internacional tomadas por el gobierno, se dio el primer caso de coronavirus en Guatemala. Al momento de escribir estas líneas son 8 los casos confirmados en nuestro país.
En este contexto, tanto nacional como internacional, los efectos económicos que ha causado la pandemia tampoco se han hecho esperar. Las bolsas alrededor del mundo han sufrido caídas importantes y los precios de las materias primas han descendido a sus niveles más bajos desde hace décadas, en algunos casos, varias monedas latinoamericanas también han tenido devaluaciones significativas. Por doquier uno ve noticias de cierres temporales de negocios en todo el mundo, principalmente como medida de contención de la propagación del virus. Y es esta la ruta que los países deben seguir, si de verdad quieren detener el avance de este virus.
Para Guatemala, la disminución de precios de materias primas como café, azúcar, aceite de palma y banano representa un golpe importante a la economía, principalmente para el sector café, que, de los rubros mencionados anteriormente, es que tiene una mayor atomización en su producción, no así en su cadena de exportación y comercialización. Seguramente las remesas provenientes de los Estados Unidos también tendrán un impacto negativo, que en este momento es muy difícil cuantificar, pero que seguramente golpeará a las capas con menores ingresos de la población, que son en su mayoría los principales receptores de las mismas. El paro obligatorio de labores en los países hacia los que exportamos tendrá también serias consecuencias para la industria y el agro nacional. Se de muchos clientes en el extranjero que están parando y hasta cancelando órdenes, debido a la situación de paro en que se encuentran esos países.
Es por ello que las consecuencias económicas de esta pandemia serán muy severas, principalmente con los segmentos de la población que disponen de menos ingresos; por lo que tendremos que afrontarlas solidariamente.
El plan de recuperación económica presentado por el Presidente al Congreso de la República el día de ayer (escribiré sobre el mismo en otra oportunidad), no sólo dista mucho de ser realista en muchas de sus aristas, sino que carece de mecanismos adecuados de fiscalización para las enormes cantidades de fondos de que van a disponer. Sin embargo, en su plan el señor Presidente no indica si el Ministerio de Trabajo verificará que el patrono cumpla con el pago de salarios a quienes no se presenten a trabajar a causa de la falta de transporte, o si los patronos están proveyendo dicho transporte a sus empleados. Eso es ser solidario. ¿Y si un trabajador se niega a ir a trabajar por temor a contagiarse con COVID-19? ¿Será despedido o se le respetará su derecho a no trabajar en un ambiente que presenta peligro para su salud? ¿Y qué hará el Ministerio de Trabajo al respecto? Muchas dudas que todavía no haya resuelto nuestro flamante Presidente, y que seguramente no lo haga.