Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

Me permito escribir este breve texto como una forma de sumarme a cualquier esfuerzo que se realice en función de minimizar, tanto como sea posible, los efectos del Corona Virus (COVID 19) del que tanto se ha hablado en todo el mundo y que actualmente afecta a gran parte del Globo. Guatemala, por supuesto, también se encuentra expuesta a dicho mal y sus efectos, tal como ya se ha evidenciado indefectiblemente y como es de suponer por puro sentido común. En tal sentido, prudente es hacer ver que mucho se ha especulado y mal informado también al respecto. Razón por la cual, no obstante, lo más importante es conservar la calma y actuar con seriedad y responsabilidad a todo nivel, aunque claro y ciertamente, en este tipo de casos, una cosa es decirlo y otra muy distinta experimentarlo. Las imágenes que muchos hemos visto en fotos, periódicos o televisión durante el pasado fin de semana acerca de la afluencia masiva de personas a establecimientos comerciales en busca de productos de primera necesidad y artículos de limpieza en general, es un sencillo pero claro ejemplo de cómo pueden eventualmente darse y desbordarse incluso las cosas cuando un fenómeno de tal naturaleza ocurre. Sin embargo, importante es hacer ver el hecho de que todo lo aludido es únicamente lo que vemos en las ciudades, en las áreas urbanas: supermercados y tiendas cuyos clientes en muchos casos hacen uso de tarjetas de crédito y gastan los ahorros de los que modestamente pueden disponer a efecto de hacerse con algunos productos que les permitan “prever” el futuro incierto de los días venideros. Pero, imaginemos por un momento la situación que experimenta aquella mayoría de seres humanos que viven en lo que popularmente llamamos el interior del país, allá donde no llegan los medios de comunicación masivos; allá donde no hay agua potable (indispensable para mantener las acciones de higiene recomendadas para la prevención o contención del virus que nos ocupa); allá donde la desnutrición es cosa común y donde apenas alcanza para medio comer una o dos veces al día cuando mucho; allá donde adquirir gel antibacterial, jabón o desinfectantes es tan sólo una ilusión lejana, ficticia; allá donde el castellano en muchos casos es hablado con dificultad y en grupos reducidos… Toda esa gente no debe ser olvidada… En fin. Celebro cualquier acción que se emprenda con la intención real de contener la propagación del virus y sus efectos en la población. Y exhorto a no olvidar, asimismo, otros padecimientos de consideración como el dengue y la desnutrición que también están causando estragos en el país sin que mucho se hable de ello y sin que se conozcan datos reales y actualizados al respecto. Por todo ello, y si tiene la posibilidad de hacerlo, siga las instrucciones que nos dan quienes saben: lave sus manos; evite sitios con afluencias masivas de personas; beba agua; y si manifiesta síntomas que considere podrían vincularse con el padecimiento del virus, infórmese de cuál es la mejor manera de proceder.

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