Emilio Matta Saravia
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Durante el último mes ha habido dos caídas importantes en los precios del crudo. En la primera, a mediados de febrero, causada por la especulación derivada del brote de coronavirus que se ha ido expandiendo por el globo, provocó que la cotización de WTI (West Texas Intermediate, por sus siglas en inglés) bajara de niveles de 54 dólares a 44 dólares el barril, es decir una caída de 18.5%. Tuvo una leve recuperación a 47 dólares el barril, para caer por segunda vez el lunes pasado a niveles de 31 dólares por barril, es decir, un 34%, esta última, a causa de la guerra comercial que ha emprendido Arabia Saudita, apoyado por los Emiratos Árabes Unidos, en contra de Rusia para obligarla a disminuir su producción de crudo.
Esta caída en los precios del petróleo, que durante el último mes ya va por el 42%, tendrá impactos importantes para nuestra economía, los cuales se deberán reflejar en el cortísimo plazo. El primer impacto, que es el más lógico y que cae por su propio peso debido al altísimo grado de correlación que existe entre los precios del petróleo y la gasolina (0.981), es que la gasolina debe disminuir de precio en una proporción similar a la reducción del precio del crudo. He demostrado numéricamente en columnas anteriores que los importadores y expendedores de gasolina reaccionan mucho más lento cuando hay una reducción de los precios del crudo (argumentando falazmente tienen inventarios a precios altos), que cuando existen alzas. El segundo impacto se verá reflejado en el tipo de cambio y tardará un poco más en hacerse sentir en la economía nacional. La reducción en los precios del crudo provocará una disminución en la demanda de dólares para pagar lo que se denomina la “factura petrolera”, y tomando en consideración que la oferta de dólares continuará en aumento debido al crecimiento sostenido que ha caracterizado al envío de las remesas provenientes de los Estados Unidos, se podrá advertir una apreciación del quetzal frente al dólar estadounidense, mientras los precios del crudo se mantengan en niveles así de bajos. Obviamente si se necesitan menos quetzales para comprar dólares estadounidenses (y siempre y cuando no intervenga el Banco de Guatemala para cambiar la tendencia del tipo de cambio), los precios de las gasolinas en el mercado local deben tener una reducción aún mayor. La reducción de precios de combustibles y apreciación de nuestra moneda también debe tener un impacto positivo, o sea una reducción en los costos logísticos y en los costos de generación de energía eléctrica (por medio de búnker, ahora que es verano).
Ante este panorama, creo que es indispensable que tanto el Ministerio de Economía, a través de la DIACO, así como el Ministerio de Energía y Minas, deben trabajar en estrecha coordinación para detectar y evitar que un grupo de empresas coludidas busquen lucrar, principalmente con un bien inelástico (un bien cuya demanda no se verá afectada por un incremento en su precio) como lo es la gasolina, a expensas de un consumidor.