Mario Alberto Carrera
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Surcan la geografía de las cinco repúblicas de Centroamérica, profundos tajos del crimen organizado, de la violencia política contra la Prensa, de esta guerra civil (sólo que de otro estilo) que afirman que terminó en 1996 con la firma de Arzú y militares gloriosos y guerrilleros desinflados, que no pudieron con el peso de Lucas, el gran gorila. El rostro de Guatemala se surca cada día más de gestos de miseria porque miseria pura es lo que exuda.
Terca Guatemala en su enfermedad insidiosa como el de la España de Ganivet, porque en la España de Ganivet al menos estaban también (guardianes de la palabra) Pérez Galdós, Pereda, Clarín, Valera y ¡había estado Larra! Mientras que en Guatemala cada quien tira por donde sus intereses puedan florecer (no excluyo a los poetas) mientras que en Guatemala sólo nos quedan el Pacto de Corruptos y Ortega Menaldo e hijo, para defender el “buen prestigio” de Giammattei, con la Cofradía y los militares del Partido FCN. E insisto: en Guatemala nos queda –en este momento del reinado augusto de la distopía más cruenta– sólo desesperación, que era el rango en que Kierkegaard ubicaba a los súper angustiados. Nos falta Filosofía y filósofos que indiquen a la masa por dónde ir, con la castidad económica de Ortega y Gasset, que se hubiera quedado de piedra si hubiera leído la coincidencia entre sus escritos y la realidad guatemalteca, en “La rebelión de las masas”, por ejemplo. Y, por último, contamos con una masa en salsa de pulique, que cae en el culto analfabético de los medios y de aparatos o sea teléfonos imbecilantes o celulares requeteinteligentes, donde se pierda la memoria histórica, de ver tantos muñequitos y caritas de eme, llamados también emojis.
Cabeza es la que necesita España (inteligentizia) exclamó Angel Ganivet en su “Idiarium español” (política y filosofías puras) que se imprime en 1897, un año antes de la muerte del filósofo (tan leído por Ortega y Gasset) e indispensable para cualquiera que quiera enterarse de Política desde aquel contexto tan parecido al nuestro en 2020.
La nación guatemalteca no tiene pensamiento, va de tumbo en tumbo porque en sus partidos no hay ideologías y si las hay (¡que las hay!) las camuflan con la cola del mismísimo diablo, porque ahora los estúpidos opinan -con el fondillo- que las ideologías han muerto. Basta con ver las pre elecciones en Estados Unidos y las de España para darse cuenta uno de que las ideologías –acaso en proceso de retroalimentación para renovarse- están más vivas que la Huelga de Todos los Dolores, donde se exhiben filosofías tímidas y es la de un ciego guiando a otro ciego. Porque (aparte) nadie gana en el mundo a Guatemala en una competencia de todólogos-analistas en el abominable Canal 3.
Gritos se escuchan cuyos ecos vienen del olvidado campo. Vociferan las “masas”, es decir, los pueblos originarios. Y exigen tierras porque es su madre sagrada, exigen tierras porque para eso escribieron el Popol Vuh, que es también un alegato por sus posesiones ante el rey de España. Demostración documental de una ocupación beligerante y terrorista que sigue parecida a las de la Colonia en las ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y crimen contra todo aquel que se oponga al sistema. Que sea antisistema como yo lo soy. No entiendo el vivir sin siquiera con un rasgo de rebelde. Ya me llamarán sedicioso o me evaporarán en un pase mágico tal vez del general Ortega Menaldo con quien no es la primera vez que polemizo.
Guatemala: sin seguridad jurídica y en un reinado de violencia, con dinero que sólo sirve y circula en los grupos represivos y adinerados.
“Castilla miserable ayer dominadora/ envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora”.
¿Y cómo es Guatemala?