Mario Alberto Carrera
marioalbertocarrera@gmail.com

Cada vez que tengo oportunidad yo leo textos que me han formado sobre y de los hombres –filósofos algunos y literatos otros de la “Generación de 1898”– año en que España pierde sus últimas colonias, escamoteadas o hurtadas a cañonazos por los Estados Unidos. Leo de la “generación del 98” autores de la primera, segunda y tercera jornada que van cronológicamente desde don Miguel de Unamuno hasta Jacinto Benavente y desde luego dedicándole muchas horas al más joven de tal generación: José Ortega y Gasset que algunos –este último– creen conocer en esta tierra inculta de incultos.

Yo leo con entrega y pasión a Ángel Ganivet que con Mariano José de Larra –padre diría yo del verdadero periodismo español– son los precursores de la “Generación del 98”, todos ellos periodistas de oficio y no de hobby. Ganivet y su “Idearium español”: imprescindibles para la reconstrucción del país. Leo y vuelvo a leer tal vez unas 10 veces a Azorín, sobre todo “Confesiones de un pequeño filósofo” y torno sobre “Divinas palabras” o “Las galas del difunto (Valle I.)” en cuya versión cinematográfica –creo que de Mario Camus– actuó el propio Cela, joven habituelle del Café de doña Rosa.

Lectura siempre pendiente porque tiene tantos recovecos: “La malquerida” y los Intereses creados” de Benavente. También imposibles de marginar por su perfección filosófica: “La busca” de Pío Baroja, el magnífico poema de Unamuno: “El Cristo yacente de Santa Clara” o su novela “Niebla”, “Nivola” (“nos dice de ella su propio autor”) y diversos poemas-filosofía de Juan Ramón y de Antonio Machado.

Y aunque usted crea que hilo muy fino, entre todos estos textos y todas estas líneas de dolor, desgarre y desastre veo aparecer el rostro amoratado de Guatemala: España de 1898 y la Guatemala del Pacto de Corruptos de 2020. Lea a los autores citados arriba y verá por qué.

El 13 de febrero de 1901 –los que más tarde serían los titanes del 98– acudieron al cementerio de San Nicolás o de San Justo en Madrid, para reunirse en torno a una antigua tumba que contenía los gloriosos restos de quien enseñó a escribir a los periodistas españoles (que lo llamaban afrancesado) el insigne Mariano José de Larra que se suicidó antes de los 30 años. Y cuyas cenizas repican pulsantes en la Prensa –aún hoy, cómo no– y que si quisiéramos ponerle un apodo le llamaríamos “España” (quizá como a Otto René, máximo poeta del siglo XX, con César Brañas: “Guatemala”) gentes que predicaban con el ejemplo y no andaban sudorosos y malolientes como los compañeros –“la novela de la traición”– me dijo en La Habana Manuel Galich, sentados en los sillones de El Nacional.

España fue la idea, el tema obsesivo de Larra, o si se quiere el leitmotiv de toda su obra, que resolvió en clave periodística

España miserable, en andrajos, hundida en “El Desastre”, tal y como la ve en agresivo poema Antonio Machado: “Envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora” (¿Guatemala?) Ganivet también la vislumbra de esa misma manera, pero él la llama abúlica: caída en una enfermedad del alma ¿depresión, melancolía? Porque abulia significa en griego, lo mismo “aboulia”, enfermedad de todos los guatemaltecos, menos de los pudientes, que se benefician del dejar hacer, del dejar pasar.

Abulia es también amor al dolce far niente, por eso tenemos una abuela latina y alergia a la vida laboriosa, acción que según Voltaire –en “El Cándido”– es lo único que vale la pena realizar.

¿Cuánto hay que laborar para tener una idea de lo que es Literatura y Filosofía? El “Movimiento del 98” es un claro ejemplo que viene muy bien a Guatemala para salir de la ambición de los del Pacto de Corruptos, en que se encuentra hundida, como en estiércol.

Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

post author
Artículo anteriorGobierno analiza reforma al SP y prisión preventiva
Artículo siguientePrevenir lo más importante