Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Desde niño me gustó mucho la hermosa poesía de José Martí en la que relata su enamoramiento con la joven María García Granados y Saborío, hija de don Miguel García Granados en cuya residencia se daban cita los bohemios e intelectuales de la época para largas veladas en las que abundaba la buena comida y los finos licores. A la casa, que es la misma donde después funcionó por muchos años el Palace Hotel y luego pasó a ser un banco, en la 4ª. avenida y 12 calle de la zona 1, llegaban personajes ilustrados no sólo de Guatemala sino del extranjero, y entre ellos el joven José Martí se convirtió en asiduo, sin duda prendado por la belleza de la jovencita que falleció a los 18 años de vida. Su muerte quedó para la posteridad en los versos que empiezan diciendo: “Quiero, a la sombra de un ala, / contar este cuento en flor: / la niña de Guatemala, / la que se murió de amor.”

Pues bien, ayer murió súbitamente en su residencia mi amigo y consuegro Danilo Flores Salazar y no me cabe la menor duda que es un hombre que se murió de amor porque nunca pudo superar la muerte de su esposa, Renée Bianchi de Flores, ocurrida hace poco más de año y medio. Desde que enfermó la Renée en un aceleradísimo proceso que provocó su muerte a mediados del año 2018, Danilo empezó a vivir un período de enorme angustia que, por supuesto, llegó a su clímax cuando allá en Marco Island murió cuando visitaba a su hija Gabriela y a su familia.

Pero conforme fue pasando el tiempo y su vida volvió a la “normalidad”, cada vez se hizo más evidente que el pobre Danilo no encontraba paz y por más esfuerzos que hacía de aparentar en sus actividades laborales y sociales, no podía ocultar la pesadumbre y el dolor que no le abandonaban. El hombre chispudo y jodón que siempre fue se empezó a apagar poco a poco y se quejaba de lo difícil que era vivir sin quien había sido su esposa y compañera a lo largo de tantas vicisitudes de su vida. Aquella mujer que le atendió durante la recuperación de sus muchos accidentes, producto algunos de ese su temperamento arrebatado, y de las enfermedades que en algunos casos lo pusieron a él al borde de la muerte.

Poco después del doloroso trámite de repatriar los restos de la Renée a Guatemala empezó a agudizarse su problema visual y se le notaba siempre triste y molesto por esa deficiencia física que, junto a los problemas de los huesos, tanto le limitaba en sus movimientos. Aquél tipo que no paraba, que no sabía cómo estarse quieto más que cuando encendía el cigarro que se salía a fumar. Cada vez que encendía su chenca sentía la falta que le hacía su mujer, pues ella aprovechaba las salidas de Danilo para ir con él y así encender su propio cigarrillo.

Y ayer en la mañana su cuerpo ya no dio más y súbitamente dejó de existir. No me cabe la menor duda que Danilo se murió de amor y que lo primero que hizo al reunirse con la Renée fue salir rápidamente a encender su cigarro y platicar como lo hacían en sus buenos tiempos.

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