Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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Víctor Ferrigno F.

Hace cincuenta años, el 1 de marzo de 1970, Manuel Colom Argueta ganó las elecciones a la alcaldía metropolitana, contendiendo contra veintidós adversarios, varios de ellos de reconocida trayectoria, como el economista Alberto Fuentes Mohr, el periodista Roberto Carpio Nicolle, o el doctor Julio René Castillo Sinibaldi.

Simultáneamente, el general Carlos Manuel Arana Osorio -el Chacal de Oriente- triunfa en las elecciones presidenciales, en primera vuelta, y fue ratificado por el Congreso de la República el 22 de marzo de 1970. Así se instalan, por la electoral, dos visiones de gobierno de signo contrario: la del alcalde revolucionario, enfrentada al del presidente contrainsurgente, sindicado por las Agencias de Inteligencia de la Defensa de los Estados Unidos de miles de secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos. (Prensa Libre, 29 de febrero de 2016). Arana y el Ejército se convertirán en el principal obstáculo del Alcalde Metropolitano.

Recién graduado de abogado con honores, Colom gana una beca y parte a Italia para formarse en Derecho del Trabajo y en urbanismo. Se apoya en esta última especialidad para reestructurar la Alcaldía Metropolitana, que a su llegada era una institución caótica. Desarrolla una de las mejores administraciones municipales, al impulsar el «Plan de Desarrollo Metropolitano 1970-2000», en el que plasma, en el largo plazo, una nueva concepción del urbanismo, centrada en el ser humano y no en el asfalto y el ornato.

Se dedicó a desarrollar proyectos de agua potable, alcantarillado, rellenos sanitarios, vivienda popular y el drenaje profundo de la capital. Construyó la primera fase del anillo periférico, y reactivó la Asociación Nacional de Municipalidades, a pesar que su gestión sufrió constantes sabotajes.

Gracias a sus éxitos en el gobierno municipal, se abrió un espacio en el escenario político nacional, enfrentado permanentemente con el general Arana Osorio, sufriendo varios atentados. En una manifestación del 1 de mayo, se salvó de caer abatido por las balas, que alcanzaron a un dirigente sindical de la Democracia Cristiana.

El tema de un programa nacional, que contuviera las directrices del cambio que Guatemala necesitaba, fue otra de sus grandes preocupaciones, compartida con figuras de la talla de Adolfo Mijangos. En 1966, la Editorial Costa Amic les publica «Bases para el desarrollo económico social de Guatemala», documento que constituirá la plataforma política de esta corriente.

Así, el Frente Unido de la Revolución -FUR- liderado por Colom Argueta, se convirtió en una alternativa real de poder, con un amplio apoyo popular. Por eso lo asesinaron con tanta sevicia, siete días después de inscribir al partido, el 22 de marzo de 1979, en un operativo dirigido por el alto mando del Ejército. La Comisión de Esclarecimiento Histórico reseñó, con rigor y detalle, lo que constituye un crimen de Estado que debe ser aclarado y juzgado.

Sin idealizarlo, sin sacralizar al mártir popular, pienso que Meme Colom trascendió esa estirpe de politicastros corruptos que hoy abundan, y alcanzó la talla de un estadista, cuya lucha fue truncada prematura y arteramente. Se preocupó –y se ocupó– del país, de su gente, de sus recursos y de su soberanía, presentando un programa y una estrategia nacional coherente y con visión de futuro. Sin demagogia, supo entender las demandas de su gente y de su tiempo, y encarnó un tipo de dirigente que parece estar extinguiéndose.

El legado político y humano de Colom Argueta es muy amplio, y demuestra que tenemos pendiente resolver el reto de construir, concertadamente, un proyecto de nación, un programa de gobierno y un movimiento social que nos permita edificar el país libertario con el que Manuel soñó.

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