Luis Fernando Bermejo Quiñónez

@BermejoGt

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Por: Lic. Luis Fernando Bermejo Quiñónez
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En mi columna anterior hacía referencia a las discusiones que se están desarrollando en la Comisión de Actualización y Modernización Electoral (CAME) y la propuesta de buscar “votar por personas y no por partidos”. Después de recibir comentarios sobre por qué descartaba el sistema “uninominal” (sistema en el que se elige un solo diputado por distrito y éstos son pequeños), debo aclarar que, si el objetivo es “acercar al ciudadano con sus representantes”, el mejor sistema es el uninominal. Este sistema funciona muy bien en democracias consolidadas y modernas donde existen pocos partidos. En Guatemala, al tener muchas “franquicias electorales” el sistema uninominal funcionaría para establecer “aplanadoras” de los partidos más grandes sobre el resto. En la contienda pasada donde participaron más de veinte partidos, podríamos imaginar que la UNE pudiera haber ganado, no 52 diputaciones, sino muchas más y por márgenes porcentuales bajísimos.

Existe un intermedio que es el sistema de listados “cerrados y desbloqueados”. En éste los partidos siempre tienen un rol, que es definir las listas, pero el votante puede modificar sus preferencias respecto al orden establecido. Es decir, siempre existirá un número de candidatos en lista (1, 2, 3, etc.) pero el votante podrá variar el “orden de preferencia” al poder votar por el candidato de su elección y variar el “orden del listado”. Ahora analizaremos los pros y contras de establecer este sistema.

En cuanto a los factores positivos se cuenta que existirá una mayor “personalización” ya que requerirá que el votante se informe de los partidos y de los candidatos de manera individual. Los candidatos, en cambio, tendrán el incentivo de realizar campaña de manera individual porque compiten incluso contra sus compañeros de planilla. Por último, una vez electos, los representantes tienen que mantener una relación con los electores de su distrito porque el incentivo está en la reelección. Esto último, pudiere causar que los partidos pierdan “el negocio” de vender “las casillas altas” de un listado, y a la vez, coadyuvaría a que el diputado tenga un mayor incentivo a votar por los intereses “de sus representados” y no a mantener la “disciplina partidaria” para asegurarse su “lugar” en el listado para las próximas elecciones.

Ahora bien, al sistema pueden señalársele algunas debilidades. En primer lugar, la competencia entre candidatos puede llevar a elevarse el costo de la campaña ya que cada candidato querrá hacer campaña vigorosa. Esto llevaría a tener que elevar los techos de campaña y a fiscalizar el financiamiento no por “partido” como ahora, sino para los candidatos, lo cual, dada la debilidad institucional del TSE, pudiera resultar difícil. En segundo lugar, dado el constreñimiento enunciado por la CC de no poder formar “subdistritos” se argumenta que los beneficios de “personalizar” se difuminarían por el “tamaño de los distritos” volviendo complicada la impresión de la papeleta al haber muchos candidatos. Y, por último, incluso se debe mencionar que el tiempo del escrutinio puede verse elevado ya que este sistema implicaría hacer dos conteos.

En fin, ningún sistema electoral será solo virtudes. Pero la población está cansada de votar por listados con candidatos desconocidos. Mucho más lo están que una vez electos se vuelvan cínicos seguidores de disciplinas partidarias infames como hemos estado viendo actualmente. Me parece que el sistema propuesto, si no infalible, nos mueve en la dirección correcta.

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