Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
Todos tenemos algo que extrañar, a veces situaciones que nos hicieron sentir muy bien. Otras, situaciones que cambiaron de manera drástica y se constituyeron en un bienestar. Pero, aun así, la adaptación al cambio por positivo que este haya sido también se constituye en algo que produce extrañeza, más no añoranza.
Cuando se extraña se dice que se nota algo que no está presente y se usaba, se realizaba o se vivía de manera habitual. Lo que provoca desconcierto.
Al extrañar se puede sentir la falta de algo o de alguien. Alguien puede extrañar y desear que esa ausencia de una persona, de algún objeto o situación no hubiesen cambiado. Pero, en circunstancias no gratas, se observa también con extrañeza esa ausencia, sin embargo, es de imaginarse que esta pueda concebirse como una bendición.
Echamos de menos cosas cotidianas que posiblemente no considerábamos relevantes cuando las vivíamos y las teníamos cerca. Las mirábamos como cosas perdurables, inamovibles e inmutables. Por ejemplo, cuando extrañamos a una persona, nos recordamos de esta y de los momentos vividos con ella. En muchas ocasiones dependiendo del grado de bienestar y felicidad que nos producía esa relación. Añoramos el revivir momentos y situaciones.
Extrañamos una llamada telefónica, marcamos y al querer realizar este acto ordinario y muchas veces intrascendente nos damos cuenta de que ya no lo podremos realizar. De nuestros padres, hermanos y otros seres queridos, ahora ausentes. Recordamos abrazos, besos, olores, sonrisas, texturas, nexos de contacto y caricias. De las palabras oídas, la manera de pronunciarlas, en el contenido de sus discursos, el anhelo en el pasado de discursos distintos, o de forma posible, o la presencia de los mismos. A veces quisiéramos retroceder en el tiempo para valorar y ampliar cada experiencia que nos acercó al amor y deleitarla con mayor lentitud.
Pero, también existen situaciones, cosas y personas adversas, que nos produjeron malestar. Que, si bien es cierto, su distancia también nos produce extrañeza. Pero para estas, tendríamos que ejercitar mecanismos de adaptación casi inmediatos, para celebrar estas ausencias y agradecer tal fortuna.
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