El lanzamiento, en compañía de la Comisión Económica para América Latina, CEPAL, del plan de los Muros de Prosperidad fue hecho por el presidente Giammattei desde Quetzaltenango donde dijo que la única forma de contener la migración es mediante un Plan Integral de Desarrollo enfocado en la situación que se vive en aquellos lugares generadores de los mayores flujos migratorios, señalando que si la gente tiene empleo, salud, seguridad, educación y una vivienda, “ni locos se van”, destacando de esa manera gran parte de los problemas que agobian a los guatemaltecos que emigran, faltando únicamente el agregado de la violencia e inseguridad.

Nuestra crítica a la política del anterior gobierno fue precisamente el haber aceptado la tesis del gobierno de Estados Unidos en el sentido de que había que reprimir a toda costa al migrante, pasando por alto el impacto de la crisis humanitaria que hay como trasfondo de la migración y privilegiando políticas de separaciones familiares, de capturas y aislamiento, causantes de muerte, para luego proceder a la deportación para enviar de vuelta a esa gente a las mismas condiciones precarias que son la causa esencial del fenómeno.

Al menos ahora Guatemala asume por vez primera su responsabilidad en la crisis migratoria reconociendo que los que hemos fallado somos nosotros y no los migrantes. Es obvio y natural que las personas quieran sobrevivir en penuria y lo que tienen que sufrir en estos países no es vida y por ello su ambición de encontrar al menos una oportunidad de trabajo, aunque sea en condiciones irregulares, en otro lugar donde puedan devengar lo suficiente para ellos y para enviar a sus familiares.

Ya el Plan de la Alianza para la Prosperidad enfocaba con mejor concepto el problema pero su ejecución fue un desastre porque los fondos no fueron asignados a las poblaciones necesitadas sino asignados a quienes supuestamente generarían empleo en las regiones más pobres. Como siempre pasa, el dinero nunca llegó a donde correspondía porque no existieron verdaderos planes de desarrollo integral orientados a mejorar las patéticas condiciones de vida que hay en tantos sitios del país.

Ojalá que el acompañamiento de CEPAL sea mejor que el que tuvo para el BID la Alianza para la Prosperidad que, por lo visto, equivocó el rumbo y el camino porque no hay un solo indicador que haya mejorado pese a los millones de Obama. Ahora hay que asegurar que no haya corrupción y que el dinero no quede en manos voraces, para que los Muros de Prosperidad tengan cimientos firmes que aseguren el arraigo a la propia tierra.

Redacción La Hora

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