Eduardo Blandón
A lo largo de la vida me he sentido atraído por las confesiones de los que se encuentran en las postrimerías de su existencia. Con esa voluntad desconocida, por ejemplo, entrevisté a mi padre días antes de su muerte (padecía de un cáncer que lo aniquiló irremediablemente). Lloró durante las varias jornadas en que retomábamos nuestra conversación, pero creo que murió en paz, quizá también por haberle ayudado a descargar algún peso de su conciencia.
Escribo estas líneas inspirado en la entrevista póstuma que el ensayista italiano Nuccio Ordine, realizó a George Steiner, un hombre brillante cuya vida consagró a la filosofía y a la crítica literaria. Romántico, cual humanista en vías de extinción, pidió que el trabajo periodístico no se publicara sino hasta después de su muerte.
La pieza es muy hermosa por distintas razones. En primer lugar, por la sensibilidad manifiesta en su expresión. Steiner habla de la amistad, el amor, las frustraciones y, cómo no, de la muerte, entre otros temas. Se adivina un intelectual que superando la erudición es portador de una sabiduría que lo encumbra. Por ello su contenido descubre otra estética: la del pensador que ha encarnado una conducta ejemplar, aun reconociendo los fracasos propios de la condición humana.
Hay varias lecciones que pueden aprenderse como resultado de lo que se lee en la entrevista. El ánimo audaz, por ejemplo, que debe cultivarse en la determinación por lo que se quiere cuando se puede. Contrario a su amilanamiento que lo llevó a no dedicarse a la creación literaria. Lo dice así: “Esencialmente, habría debido tener el valor de probarme en la literatura ‘creativa’. De joven escribí cuentos, y también versos. Pero no quise asumir el riesgo trascendente de experimentar algo nuevo en este ámbito, que me apasiona”.
Más adelante, Steiner se refiere al sufrimiento ocasionado tanto por los textos que le habría gustado escribir mejor como por los que no escribió. Y lamenta, a continuación, los límites personales que lo incapacitaron para desarrollar propuestas de mayor calado, a veces por factores intelectuales o por dificultades de carácter. “No he conseguido captar algunos fenómenos esenciales de la modernidad. Mi educación clásica, mi temperamento y mi carrera académica no me permitieron comprender completamente la importancia de ciertos grandes movimientos modernos”.
Concluyamos con su idea de la amistad y el amor, dos elementos para él importantísimos, sin los que no habría podido vivir. Sobre lo primero, destaca que la amistad es un sentimiento insuperable. O más o menos, porque al amor siempre se le dará demasiada importancia. La felicidad producida, termina, no puede explicarse con palabras… corresponde al ámbito de lo no racional.