Juan Antonio Mazariegos

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Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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Juan Antonio Mazariegos G.

Mucho se ha escrito y conversado sobre el famoso “impeachment” o proceso de destitución que se promovió en contra del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el cual finalizó esta misma semana cuando el Senado o la Cámara Alta de ese país absolvió (declaró no culpable), al Presidente por los cargos de abuso de poder y obstrucción al Congreso, dentro del caso que se originó por unas supuestas presiones que Donald Trump realizó en contra del Presidente de Ucrania.

El proceso en cuestión, se realiza en dos instancias, la primera se lleva a cabo en la Cámara Baja o de Representantes, en donde cualquier miembro puede solicitar que se vote una resolución para destituir al Presidente por traición, soborno u otros delitos graves, siguiendo un procedimiento de presentación de cargos, descargos, testigos, etc., que culmina con una votación donde se acuerda o no abrir juicio político y se envía el proceso a segunda instancia. En el caso de la Cámara Baja, donde la mayoría es demócrata, se cumplió con lo esperado y esa instancia votó en favor de que se abriera el “impeachment” al Presidente, enviando el expediente a la Cámara Alta o Senado.

En esta segunda instancia, donde los representantes de la Cámara Baja hacen el papel de fiscales, el Presidente cuenta con sus abogados y los Senadores actúan como jurados, los republicanos cuentan con mayoría y también como era de esperarse, esa mayoría favoreció al Presidente y fue absuelto de los cargos, dando fin a un proceso que se volvió tema de prensa y análisis, aunque todos los analistas supieran de antemano cual sería el resultado en ambas instancias.

La democracia puede funcionar para unos y no para otros. Sigue siendo un sistema imperfecto que genera malestar y anticuerpos, tal y como nos sucede en Guatemala cuando nos quejamos de que nuestros congresistas desestiman la formación de causa en un antejuicio, sin embargo, no debemos olvidar que sigue siendo, lo que produce, el resultado de nuestras decisiones o de nuestra indiferencia, pues nosotros elegimos la composición de los poderes del Estado y en consecuencia somos responsables de sus decisiones.
El “Impeachment” nos deja también claramente dibujado que la polarización extermina la razón. Donde los demócratas eran mayoría Trump perdió, donde los republicanos eran mayoría Trump ganó. En el Congreso solo dos demócratas se abstuvieron, en el Senado solo un republicano voto en contra de Trump, la disidencia no es una opción. El color de la camisola ya define inequívocamente las decisiones y las preferencias de las personas, sin que medie análisis de absolutamente nada. Por supuesto, en esto mucho tiene que ver el manejo de la opinión pública a través de los medios, día a día se sucedían encabezados y artículos que dejaban como una opción una posible destitución del Presidente, aunque cualquiera que supiera contar, sabía cuál sería el resultado en ambas instancias. Esto último a mi juicio es un problema pues se crean expectativas que al no producirse minan la credibilidad en las instituciones y en la democracia. No tengo idea, más allá de algún artículo o entrevista, sobre las pruebas, la participación o la responsabilidad de Trump, igual no importa, todo era política y se resolvió como política, en ambas instancias y por ambos partidos.

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