Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

Cada vez es más común escuchar a gente que no está cómoda ni satisfecha con lo que tenemos y el estado actual de las cosas porque entienden que vamos en una ruta que tiene el paso a medias y se sabe, que tarde o temprano acabará la carretera y todos terminaremos cayendo al precipicio.

Dentro de esas personas, hay muchos empresarios que han entendido que la nueva empresarialidad pasa porque todos compitamos bajo las mismas reglas y que no solo basta hacerlo en el espacio personal o empresarial, sino demandar del resto lo mismo porque ya se ha visto el costo que tiene permitirle a poderosos o poco escrupulosos que puedan actuar por sus pistolas y bajo sus propias reglas.

Desde hace algunos años me he dedicado a escuchar bastante para ir entendiendo posturas, para ir comprendiendo posiciones y hasta para tratar de entender los miedos y radicalismos de algunos y algo que he visto en este último año es que la gente está realizando que el espectro está siendo dominado por radicalismos estériles.

En privado y quizá hasta en voz baja, mucha gente reconoce los vicios de uno y otro lado, y están conscientes del tamaño de nuestros retos, pero todavía sigue siendo tímida la reacción si la postura debe fijarse en público o peor aún, si esto implica alcanzar consensos con personas cuyos pensamientos u orígenes son totalmente diferentes.

Y es ahí donde, a mi forma de ver, surge la imperiosa necesidad que esas mentes conscientes que hoy todavía son eclipsadas por la timidez o el miedo a las represalias, empiecen a alzar un poco la voz. No se requiere de ellas que salgan a pelear o a cerrarse puertas porque esto no es un ring de box, pero si se espera y se necesita que la mayor expresión se traduzca en la proposición de soluciones que nos permitan enfrentar los vicios.

Varios han comentado la vergüenza que pasaron el martes de la semana pasada cuando una de esas mentes que viven agarradas del pasado y aferradas al resentimiento, le demandó al presidente Giammattei pasar por encima de la Corte de Constitucionalidad (CC), romper relaciones con países desarrollados en los que hay distintas corrientes de pensamiento y llegando hasta sugerir la expulsión de personas como si fueran criminales de la peor calaña. Aunque no lo crea, defienden a los mafiosos de los Bitkovitas de Santa, pero piden la expulsión de otros.

Y así como en la autollamada derecha del país hay ese tipo de mentes, en la izquierda hay gente a la que tampoco le interesa que esto cambie porque se le complicarían las formas de vivir y resulta que la narrativa del país está siendo dominada por esos radicalismos sin que los ciudadanos que estamos en medio podamos reaccionar para determinar un rumbo distinto.

El secuestro del Estado es un negocio redondo en el que se ven beneficiados derechas como izquierdas y sale perjudicado el honrado, el eficiente que no paga mordidas, el capaz que no trafica influencias y el competitivo que no se va a sentar con algún operador de mafia para que sus cosas le rindan frutos económicos exuberantes.

No se necesita salir a pelear, insisto, solo se necesita que los guatemaltecos que entienden el problema y quienes saben que nos vendrán tiempos recios porque exacerbarán el tema de la ideología, alcen la voz para proponer soluciones que hoy no estamos discutiendo.

En breve caeremos en el extremo que, si no repetimos que CACIF o CODECA son lo peor, seremos considerados enemigos por unos u otros cuando el país no puede ni debe depender de posturas obtusas. Lo que está en juego es demasiado serio.

Ojalá que existan más guatemaltecos y en especial empresarios, rurales y urbanos, ladinos e indígenas, dispuestos a alzar la voz, hacer propuestas y debatir con altura y argumentos en torno a nuestros grandes vicios y problemas, con la intención que podamos enfrentar esos males de manera integral y de una vez por todas.

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