Emilio Matta Saravia
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El título de esta columna de opinión refleja la cantidad de dinero que ingresó al país en concepto de remesas familiares durante el 2019. Esto representó un incremento de mil doscientos veinte millones de dólares con respecto al monto ingresado en 2018, es decir, un crecimiento de 13.1%, el cual representó más de un tercio del crecimiento de la economía guatemalteca en 2019.
A noviembre de 2019 (según datos reportados por el Banco de Guatemala), las remesas equivalieron al 94% de las exportaciones totales, duplicaron los ingresos combinados en concepto de exportaciones de vestuario y textiles, azúcar, grasas y aceites comestibles, banano, café, cardamomo y manufacturas de plástico, que son los principales productos de exportación de Guatemala. Mientras que las remesas crecen a un ritmo superior al 10% anual, las exportaciones se han mantenido estancadas durante la última década, con excepción del 2011. Esto nos da una idea de la magnitud de dinero que nuestros connacionales envían a sus familiares desde los Estados Unidos, y el impacto que las remesas causa en nuestra economía.
Nuestro “machito” expresidente Jimmy Morales, quien salió huyendo cobardemente a refugiarse bajo el manto de impunidad que ofrece el Parlacen a los exmandatarios de la región, luego de haber entregado la presidencia a Alejandro Giammattei, presumía y se ufanaba de haber reactivado la economía en los últimos dos años de su gobierno. Los números fríos, sin embargo, comprueban una realidad muy distinta, en la que no fueron las políticas públicas (¿cuáles?) de nuestro expresidente y su equipo de trabajo, ahora desaparecidos y buscando refugio donde pueden, sino el esfuerzo valiente, tenaz y tesonero de los migrantes, lo que ha mantenido a flote la economía de nuestro país.
Al día de hoy, no se conoce el contenido de los famosos anexos del Acuerdo de Tercer País Seguro firmado con los Estados Unidos, y según representantes del gobierno actual, lo que hay son siete borradores de dichos anexos, los cuales ni siquiera están firmados, lo que confirma lo nefasto del acuerdo de marras y el porqué del hermetismo del gobierno anterior. Más nefasta (y traicionera) aún, fue la pusilánime actitud de nuestro exmandatario y sus serviles achichincles: Degenhart, Jovel y Aguilera, al firmar un acuerdo a todas luces nocivo para los intereses de los guatemaltecos, principalmente para quienes radican en los Estados Unidos y mantienen a flote nuestra economía con su esfuerzo diario.
El presidente Giammattei debe tener muy claro que, si de verdad quiere gobernar para quienes lo eligieron y no para quienes lo financiaron, sus políticas hacia los migrantes deben ir en dos sentidos: que su gobierno tenga la capacidad de gestionar acuerdos (como el TPS) con el gobierno estadounidense que les den a los guatemaltecos la seguridad de que no serán deportados y que su gobierno diseñe políticas públicas que ayuden a prevenir la migración, atendiendo la desnutrición crónica infantil, dando acceso a la salud y a la educación a toda la población y además generando oportunidades de trabajo dignas en el territorio guatemalteco.