Alfonso Mata
Las manifestaciones del 2015 ¿historia de éxito? Puede que sí: el pueblo tomó por un corto tiempo, conciencia de su soberanía y la usó, aunque como proceso político no logró mayor cosa. La conciencia popular de lo corrupto del gobierno se ganó en las calles, no en lo político. La voz popular inspiró reformas que no terminaron nunca en lo deseable y fueron neutralizadas. ¿Qué pasó?
Inmediatamente a las manifestaciones populares del 15, se produjo cierre de filas y alianzas entre las fuerzas del manejo de drogas, contrabando, tranzas financieras, coimas, nepotismos. En resumidas cuentas, reagrupamiento de fuerzas de poder y privilegios, cuyo primer trabajo fue cambiar consciencia y opinión pública; había que guardar en el desván de la vida nacional, el movimiento callejero que quería atar de pies y manos y prohibir lo que tanto sudor, lágrimas y dinero cuesta: meter las manos en arca ajena. Y qué mejor forma de rectificar, que actuar en simultáneo sobre los tres poderes de Estado.
La primera tarea fue entretener la opinión pública: demos espacio participativo en reforma de leyes a la sociedad civil, con eso ven que los tomamos en cuenta -pensaron los dipucacos- y así sucedió, en efecto, luego de entregadas las reformas de leyes sugeridas por los civiles, prontito fueron engavetadas, pero el pueblo había metido ya mano en el reprobado ejecutivo, así que no aleguen y dediquen su tiempo a las elecciones.
Nuevo Ejecutivo y Legislativo, había que dar una imagen política nueva, sin ningún género de vicios, aunque en el fondo, la intención central del ya en camino pacto de corruptos, era sacar de contexto la justicia y su principal estorbo la participación internacional. Ya se había satisfecho la sed de justicia al mandar a retiro al presi y la vice, se había satisfecho la sed de venganza popular llevándolos al pie de la justicia, pero eso había que pararlo y para ello se implementó una segunda estrategia: apelar al patriotismo. La injerencia extranjera en negocios de nación, siempre es odiada por los pueblos y ahí estaba la mesa servida: primero el personaje: el justiciero antes admirado, en meses se convierte en villano nacional Iván Velázquez y su hogar la CICIG, en el antro de perdición para un camino correcto de la justicia; la búsqueda de la justicia se vuelve en un elemento de perturbación, de desorden y de ilícita persecución de nacionales; el extranjero como guardián de conciencia nacional resulta intolerable, y así una justicia que empezaba a estar ojo al Cristo fue cercenada de su actuar y el espíritu patriotero descendió a la oscuridad de los hogares y los tres poderes, a fin de preservar el orden de siempre y dividir el hálito de esperanza de la población, hicieron pedazos la posibilidad del cambio.
Ante ese acontecer, creo que el mensaje que cabe de la administración saliente para las fuerzas del mal es: sin novedad en el frente, misión cumplida ¿y al pueblo? Muchá no les he hecho más daño que oprimirles un poco, no sean chillones. Fin de un capítulo y principio de otro ¿diferente?…