Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Una de las cosas que dominó durante el siglo pasado y cuya forma de operar fue muy clara en la década de 1950 fue llevar a la arena ideológica, sin entrar al fondo, los temas de enorme transcendencia del país y lo que la historia documentó de cómo se vivieron los gobiernos de Arévalo, Árbenz, Castillo Armas e Ydígoras es para aprender.

Y cuando uno busca explicaciones de lo que ha ocurrido los últimos cinco años y los que nos espera para la década de 2020, debemos poner las barbas en remojo porque hay quienes (de ambos lados) nos desean llevar por esas mismas rutas que tanto dolor, problemas y rezagos le han causado al país y nos han generado enormes problemas de desarrollo humano.

Ya tuvimos una buena probada desde el 2 de junio de 2016 cuando alguna gente empezó a armar una estrategia alrededor de cómo retomar la tranquilidad que daba tener un sistema de justicia con vendas y amnesia y por privilegiar eso, les siguió importando un pepino que no discutiéramos acerca de los grandes problemas estructurales del país que además nos impiden ser una sólida economía capaz de crecer para cerrar brechas y no para quitar a unos para dar a otros. Los que deciden tienen nula voluntad para abordar lo que nos puede unir y hacer cambiar.

En los últimos años, grupos que hemos dejado olvidados desde que se independizó Guatemala, han empezado a notar que unidos pueden tener mayor incidencia y en eso, lastimosamente, los radicales han ido teniendo mayor notoriedad y al igual que los otros, tampoco están explorando cómo podemos enmendar nuestros errores para que empecemos a caminar juntos en la construcción de una nueva Guatemala, en la que todos nos respetemos nuestros orígenes y forma de pensar, pero que encontremos la manera de converger en el desarrollo integral que no pretenda partir de corrupción, impunidad o privilegios.

Dicho lo anterior y viendo que los radicalismos de ambos lados son los que sobresalen, el campo está fértil para que se siga fortaleciendo un debate que solo gire –con más fuerza– alrededor de derecha o izquierda, de colorados o liberacionistas, de chairos o fachos relegando por enésima vez en nuestra historia los grandes debates de los inmensos problemas.

Es por eso que todos aquellos que se encuentran fastidiados que en Guatemala no estemos teniendo las discusiones correctas, deben acelerar el paso y esforzarse por encontrar una vía en la que podamos aislar a los radicales y trabajar alrededor de propuestas coherentes, sin importar si se identifican con la derecha o la izquierda, unidos por el hartazgo con esos radicalismos que solo buscan más de lo mismo.

Si no lo hacemos, el radicalismo nos abrumará y la vida que usted vive hoy y entiende como parte fundamental de su futuro, desaparecerá porque ambos grupos plantearán la exterminación del enemigo al costo que sea sin importar dejarnos en trozos.

La nueva empresarialidad pasa porque seamos más efectivos y mejores para tomar decisiones de negocio, pero también que tengamos la capacidad de analizar, discernir y en tomar decisiones que nos permitan empoderamientos que amplíen mercados. Eso pasa por empresarios grandes, medianos y pequeños, urbanos y rurales. La labor de la mayoría de grupos sociales y campesinos es loable y fundamental para el desarrollo de una Guatemala.

Si no deseamos regresar a la década de 1950, debemos mejorar nuestras capacidades para escuchar, debatir, disentir sin pelear y acordar mínimos que nos permitan que en esta década miremos al futuro y no regresemos al pasado.

Pedro Pablo Marroquín

pmarroquin@lahora.gt

Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

post author
Artículo anteriorHacer lo mismo esperando resultados diferentes
Artículo siguienteLimpiar el antro