Edgar Villanueva
A pesar de que ya han pasado diez días desde la toma de posesión considero que sigue vigente un resumido análisis de los símbolos de esta. La transmisión de mando está llena de simbología propia del final de un mandato y el inicio de otro siendo el más notable de estos símbolos la entrega y posterior imposición de la banda presidencial. Esta simbología, alguna protocolaria y otra espontánea o circunstancial, envían poderosos mensajes al subconsciente de la población y marcan la pauta del inicio de una gestión, por lo tanto, es sumamente importante manejarla adecuadamente.
El primer símbolo importante es la toma de posesión del Congreso de la República y la elección de su Junta Directiva, pues se les da voz y voto a los nuevos representantes de la voluntad del pueblo, para que ellos a su vez, den posesión en nombre de este al nuevo mandatario. Esto es muy significativo, porque es “el pueblo” quien le da el poder al Presidente. Por eso, soy de la opinión que la toma de posesión presidencial debería de ser en el Congreso para darle realce a la simbología del “mandatario”, es decir, el que en nombre del pueblo es facultado para presidir el Organismo Ejecutivo del Estado.
De la misma manera, debería de ser el Congreso mismo quien otorgue al Presidente todos los mandos y facultades que le corresponden en esa misma ceremonia de toma de posesión. Por ejemplo, para fortalecer la simbología del “mandato del pueblo” y su importancia para gobernar, yo soy de la opinión que el mandatario debería de recibir el mando del Ejército en la misma sesión de toma de posesión y que debería de ser el Congreso y no el Ministro de la Defensa quien le entregue dicho mando.
Lamentablemente, en esta toma de posesión, todos estos importantes símbolos se vieron empañados por los caricaturescos atrasos en el Congreso de la República. Empezar una sesión solemne con dos horas de atraso nos retrata tal y como somos. No respetar una disposición constitucional (toma de posesión a las 16:00 horas), nos retrata tal y como somos. Hacer esperar a invitados internacionales cuatro horas para una ceremonia mata los símbolos de la transmisión de mando, empaña el mensaje que dicha ceremonia envía al pueblo y, aunque suene repetitivo, nos retrata tal y como somos. ¿Y cómo somos?
Una sociedad que acepta que sus representantes hagan lo que quieran en el Congreso sin consecuencias. Un pueblo que quiere que todos seamos iguales ante la ley, pero que se ofende cuando esta se aplica. Un país que se quiere integrar al mundo, pero que no acepta las reglas del mundo (puntualidad). Somos sin duda, una sociedad de contradicciones.
Sin embargo, el enérgico discurso del Presidente Giammattei, puede ser una luz al final del túnel. Si esa energía se le logra imprimir a las actividades del gobierno los 4cuetro años, podemos ver cómo ese símbolo, se convierta en realidades que nos lleven a una mejor Guatemala.