Juan Jacobo Muñoz
Las contradicciones han sido siempre una inquietud y una molestia. Sin embargo, la unidad y lucha de contrarios sostiene, con no poco criterio, que todo fenómeno lleva consigo diferencias internas, que venturosamente favorecen en algo el desarrollo. La evolución lleva implícito el interjuego entre todo lo que tiene principio y tiene fin. Siempre habrá algo que emerge para desarrollarse, y algo que habiendo sido, tiene que ceder y hasta morir.
Pasa así con la ambigüedad, es decir hechos o expresiones que pueden entenderse o interpretarse de diversas maneras. Me explico con algunos ejemplos:
Hemos castigado mucho a la gente con supuestos diagnósticos más o menos psicopatologizados: temor al rechazo, miedo al compromiso, conflicto con la autoridad, crisis de la edad, angustia de separación, angustia existencial, vergüenza de no dar la talla, crisis de identidad o simplemente miedo a la muerte. Fenómenos universales que a todos nos tocan. Es válido que los sintamos, pues son las cosas del narcisismo irredento. Sería mejor no asumirlos como cosas que hay que curar, y verlos más como características personales que hay que conocer.
Los hijos son una siembra más que una cosecha. Todo habrá de germinar cuando llegue el momento. Quienes cosechan son ellos, y la idea es que lo hagan donde haya evidencia que algo se sembró. De lo contrario se irán con las manos vacías y tendrán que inventar algo; lo que no es necesariamente malo, pero habremos desaprovechado la ocasión de ofrecer algo desde nuestros aciertos y errores.
La adolescencia, con una mano marca un alto a sus padres, y con la otra les pide que le patrocinen en todo lo que les han dicho que no tienen derecho a intervenir.
Muchos enamorados, más bien apasionados, explotan la cara oscura de la pasión; el egocentrismo y el egoísmo que desatiende y se desentiende.
El que ama y no lo hace completamente, cree que no lo aman del todo, y eso le hace odiar y perseguir para desenmascarar y castigar.
Si la infidelidad sugiere inconformidad, ¿por qué se ocultan los infieles, tratando de evitar a toda costa que sus uniones se disuelvan?
Los ambientes en su afán de proteger, se tragan a su gente.
La ley proviene de la ética. La ley es absoluta; la ética no puede por ser filosófica. Es así como el Estado intenta ser la materialización de lo moral, sin conseguirlo.
La norma social es que la mayoría gana, y lo hace hasta injustamente, descartando a personas asertivas que se atreven a contradecir y quedar en minoría de uno.
El deseo siempre se basa en cosas imposibles, por eso se abandona cuando supuestamente se consigue, o simplemente porque no se cumple. Al no existir, no es posible que perdure. ¿Por qué sufrir entonces, por no alcanzar lo que no se puede?
No está en su ADN dirían los cientificistas, que aun teniendo algo de razón, no alcanzan a ver lo que no se ve.
Pareciera que muchos muertos, con su última voluntad, quieren seguir viviendo en la vida de los que les sobreviven.
Después de apreciar la vida con mucho amor, lo que queda es mucha rabia.
La dimensión que Dios alcanza en la cabeza de la gente es nada; solo una prolongación del ego.
Es curioso que, para sostenernos como escépticos, tengamos que aferrarnos a alguna creencia.
Parece que en lo que es más fácil ponerse de acuerdo, es en no estar de acuerdo.
Me hacen tanto bien, las cosas que me hacen llorar.