Es cierto que en la vida todo puede cambiar, pero una vuelta tan radical como la de darle vuelta a un calcetín rara vez ocurre en el comportamiento de los seres humanos, por cínicos y oportunistas que puedan ser. Y por ello preocupa que los tres pilares de la lucha contra la corrupción que ha planteado el presidente Giammattei sean nada más y nada menos que el Ministerio Público, a cargo de Consuelo Porras, la Contraloría General de Cuentas, bajo el mando de Edwin Salazar, y la Procuraduría General de la Nación, cuyo titular es Luis Donado.
Cierto es que las tres instituciones son clave y deben ser la columna vertebral de la lucha contra la corrupción y la impunidad que se recuperó con las medidas del gobierno anterior. Pero colocamos los nombres de los responsables de cada una de ellas porque de ellos depende el curso que tomen sus dependencias, y vale la pena entender que cambiar a esos personajes no será tan fácil como darle vuelta al calcetín y que, en todo caso, haría falta algo más una buena lavada y restregada para dejarlos aptos para un uso eficiente.
Consuelo Porras fue nombrada con la tarea específica de asegurar impunidad y castigar a los que estuvieron en la lucha contra la corrupción y lo hizo con esmero y diligencia incomparable desde su nombramiento hasta garantizar que Jimmy Morales no tuviera sobresaltos en el período entre la entrega del cargo y la toma de posesión, repitiendo el papel que jugó con Sandra Torres cuando frenó la presentación del caso en su contra hasta que estuviera inscrita como candidata y gozara de inmunidad, entre otras escandalosas cosas.
A Edwin Salazar lo eligió la mayoría corrupta del Congreso para poner a la Contraloría a su servicio para ser pródiga al otorgar finiquitos a los del pacto y negarlos o revocarlos a quienes ellos querían frenar. La Contraloría siempre ha sido reducto para evitar la verdadera fiscalización y sus casos son contra pequeños cuentadantes, pero la gran corrupción nunca ha sido su tema y Salazar no llegó para cambiar eso.
Donado, desde su nombramiento, no actuó como abogado del Estado sino como abogado de los caprichos de Jimmy Morales y sus actuaciones fueron burdas y deleznables, especialmente en su devoto acompañamiento al esfuerzo de desmontar la lucha contra la corrupción y para el restablecimiento pleno de esa impunidad que habíamos logrado combatir.
Esos tres personajes tendrían que sufrir una chilca para quedar aptos y, aún así, solo Dios sabe si podrían cambiar.