Raúl Molina
Siempre he sido un convencido de la integración latinoamericana, la Patria Grande de Bolívar, y de la integración centroamericana, la utopía por la que ofrendó su vida Morazán. La he visualizado como la integración de los pueblos, no de los gobiernos que responden a minorías y a sus mezquinos intereses y que han claudicado todo atisbo de soberanía frente al imperio. La creación del Parlacen fue así un buen augurio, al buscar la integración por la vía de representantes de los pueblos. Además, significaba pasar de la integración puramente económica, que había sido impulsada como Mercado Común Centroamericano, a la integración política, mediante una asamblea representativa de las y los ciudadanos de la región. Se hacía en un momento de crisis regional, ante el peligro de una guerra generalizada en Centroamérica. Se pensó que este nuevo organismo fortalecería las relaciones al interior de la subregión y daría unidad, coherencia y fuerza a las posiciones de ésta frente a actores externos. Se analizarían fenómenos puramente centroamericanos en el marco de las relaciones internacionales y se avanzaría en la formulación de leyes para la región, así como en la integración de leyes, políticas, estrategias y planes nacionales de Centroamérica y Panamá. De todos estos castillos en el aire, inspirados por Esquipulas I y II, no queda ni el polvo. No solamente fracasó en todas las asignaturas, sino que no ha servido absolutamente para nada. No podía ser de otra forma cuando de la mano del neoliberalismo económico hemos pasado a ser, nuevamente, colonias sustentadoras del imperio, no sólo con materias primas y fuga de capitales, sino que también con nuestro valiosísimo recurso humano: las y los trabajadores centroamericanos. Para colmo, al ir cayendo los gobiernos en el latrocinio y la corrupción, al concluir los períodos de las autoridades nacionales éstas han buscado cobijo en el Parlacen, para gozar de inmunidad. En lenguaje popular se diría que se convirtió en “nido de ratas”. Hoy, aún más, al haber tomado posesión de su puesto Jimmy Morales, campeón de la corrupción, la impunidad y el entreguismo. Al hacerlo en forma apresurada e ilegal, pese al rechazo de la población, el Parlacen, de por sí inútil y desprestigiado, profundiza su sinrazón de ser.
Han pasado por el Parlacen figuras políticas que han merecido todo respeto, al igual que otras cuyo único mérito ha sido ser familiares o gente de confianza de funcionarios o exfuncionarios de cada país. Supimos de esfuerzos desarrollados por personas como Américo Cifuentes, quien trató que el Parlacen se ocupara de problemas ingentes, por ejemplo, el fenómeno migratorio, antes de que éste llegara al punto crítico actual. Para muchos otros y otras fue sólo fuente de ingresos y prebendas. Se han disputado su presidencia la hija de Sandra Torres, Nadia de León, quien la logró, y Eva Monte, hija de diputada del FCN-Nación. Cualquier duda en torno a enterrar o no el Parlacen fue despejada en los tres días pasados, con el espectáculo de que Jimmy Morales fuera incorporado y que de León fuese la nueva presidenta. Con firmeza declaro: ¡punto final ya al Parlacen!