Francisco Cáceres Barrios
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Honestamente todavía no podemos dar una opinión seria sobre los colaboradores y del gabinete ministerial anunciado por el doctor Alejandro Giammattei, a lo mejor por nuestra ignorancia nos vemos obligados a decir que no conocemos a la mayoría, salvo a uno que otro porque en alguna ocasión escuchamos sus nombres pero, asegurar que algunos puedan ser excelentes elementos en cada una de sus ramas o lo contrario, por su mala trayectoria, lamentamos no poder hacerlo, cosa que hemos tenido que repetir varias veces ante diversas interrogantes que nos han planteado, los que coincidentemente han dicho lo mismo. Pero también creo que eso no es malo, pues gracias a Dios, no son conocidos como malas personas o porque sus referencias sean altamente riesgosas, al menos antes de escribir este comentario.
Pero siendo un fiel creyente de la frase popular que utilicé en el titular del mismo, creo que sería muy aventurado adelantar opinión sobre los conocimientos, experiencia y trayectoria de cada uno de ellos y que lo mejor es darles el beneficio de la duda por un par de meses para así observar su desempeño y poder evaluar con mayor certeza su valía o al menos las posibilidades de que pueda apoyar la difícil tarea que el doctor Giammattei tiene en sus manos, nada envidiable, por cierto. Pero de algo sí estamos seguros es que hasta el momento no sabemos sobre quién o quiénes recaerá la responsabilidad de llevar a cabo un plan para mejorar el tránsito de vehículos, especialmente en la ciudad capital, como de velar porque se desarrolle una campaña bien planificada para prevenir los accidentes que, como a todos nos consta, ocurren a cada instante con la cauda de enorme pérdida de vidas y recursos, como de daños y perjuicios a propiedades y personas.
De ahí que preguntemos ¿el nuevo presidente o el vicepresidente saben cuánto se tarda una persona en llegar de su casa al trabajo y viceversa, como el sinnúmero de problemas, riesgos y dificultades que tiene que confrontar? Estoy seguro que mucha gente no se habrá percatado de esta situación y que podrán decir que la misma no tiene mayor importancia, pero, los invito a hacer números, a hacer cuentas, a requerir informes estadísticos y demás detalles para saber que el problema sí es de vital importancia, porque si el estimado lector se toma la molestia de preguntarle a su principal colaborador o colaboradora la lastimosa pérdida de tiempo, dinero y esfuerzos que representa levantarse alrededor de las tres y cuatro de la mañana todos los días, para cumplir con sus deberes y obligaciones entonces, podrá conocer las penas y dificultades que pasa nuestra gente para asistir diariamente a trabajar en la industria, comercio, agricultura y demás servicios indispensables para la sociedad. La familia guatemalteca, afirmamos, sí lleva mucho tiempo de estar madrugando y de estar padeciendo las consecuencias de un tránsito de vehículos enormemente peligroso, desordenado e ineficiente.